Voces en la guerra: Lil Milagro Ramírez, Virginia Peña Mendoza, Delfina Góchez Fernández y Leyla Patricia Quintana Marxelli

Voices in the war: Lil Milagro Ramírez, Virginia Peña Mendoza, Delfina Góchez Fernández and Leyla Patricia Quintana Marxelli

Carmen González Huguet

Universidad Dr. José Matías Delgado

cghuguet@ujmd.edu.sv

El Salvador

ORCID: 0000-0002-2544-392X

Fecha de recepción: 10 de enero de 2024

Fecha de aprobación: 18 de enero de 2024

A ellas,

y a la memoria de todos

los que se llevó la guerra,

porque nos acompañan siempre

  1. Introducción

La guerra civil que desangró a nuestro país en la década de los ochenta fue sin duda, una tragedia en la que se consumieron miles de vidas. La cuota de sacrificio aportada tanto por combatientes como por la sociedad civil fue muy grande y los costos aún los seguimos pagando. Esas ausencias, tan patentes, continúan gravitando sobre una sociedad que, a pesar de todos los esfuerzos, pareciera que aún no encuentra el rumbo. Es fundamental, en todo caso, que todos esos sacrificios no se olviden. Terrible sería que anduviéramos en círculos, como sociedad y como individuos, condenados a repetir el pasado. Por lo demás, sería injusto para quienes ofrendaron sus vidas, así como para sus familias, que esas ausencias resultaran irrelevantes, borradas por el implacable viento de la historia que consumió a nuestro país en un incendio de tales proporciones.

Este es el objetivo de las presentes páginas: intentar, en la medida de nuestras fuerzas, que dicho sacrificio no se olvide, que algo de lo mucho que perdimos pueda ser rescatado y sirva de memoria a los que vienen. En especial, creo que es muy importante destacar las vidas y trabajos de las mujeres, porque son las más olvidadas entre los olvidados. El aporte de las mujeres a nuestra sociedad es enorme e innegable. Sin embargo, la retribución (cuando llega) es comparativamente escasa. Lo normal es que el trabajo de las mujeres sea invisible. Está ahí, contribuye a reproducir la vida material (y muchas veces también la inmaterial), pero pocos lo advierten y menos lo valoran. Si nosotros no lo hacemos, nadie va a contarles a nuestros compatriotas de las edades venideras cómo fueron aquellas generaciones a cuyo lado nos tocó vivir. Fueron generaciones que se sintieron llamadas a cambiar el mundo, a construir una patria más justa y que ofrendaron su sangre y sus vidas por ese ideal. Nosotros, los sobrevivientes de aquellos años aciagos, nos hemos convertido, sin buscarlo y sin quererlo en muchos sentidos, en los custodios de esa memoria dolorosa y honda. La guerra fue cruel y la posguerra parece un viacrucis que no se acaba, pero debemos conservar la esperanza de que un país diferente es posible. Es necesario creer, para no caer en el desaliento y la sinrazón, que un futuro menos duro y más dichoso es posible para este pueblo sufrido del que formamos parte. Ojalá estas líneas constituyan un punto de partida para quienes vengan detrás. Porque, como dijo alguien:

«Uno hace versos y ama

la extraña risa de los niños…

Uno se va a morir,

mañana,

un año,

un mes sin pétalos dormidos;

disperso va a quedar bajo la tierra…

Y vendrán nuevos hombres pidiendo panoramas.

Preguntarán qué fuimos,

quiénes con llamas puras les antecedieron,

a quienes maldecir con el recuerdo.

Bien. Eso hacemos:

Custodiamos para ellos el tiempo que nos toca»1

Tal como yo la entiendo, esta es hoy nuestra tarea: custodiar para los que vienen, la memoria del tiempo que nos tocó vivir. Las espléndidas mujeres, cuyo recuerdo convoco en esta hora, no pueden morir. No, mientras sus palabras sigan vibrando en el viento. No, mientras alguno de nosotros aún recuerde sus nombres y recoja las voces que nos legaron en sus poemas.

  1. Lil Milagro Ramírez

Lil Milagro de la Esperanza Ramírez Huezo-Córdoba nació en San Salvador, el 3 de abril de 1946, en el seno de la familia formada por el profesor José Ramírez Ávalos y la profesora y filósofa Tránsito Huezo Córdoba de Ramírez, quienes también procrearon a otros tres hijos: Luz América, Amada y José Napoleón. Su familia, de clase media urbana, vivía en el barrio de San Jacinto, en el extremo sureste de la capital salvadoreña2. La futura escritora completó su educación media en el Instituto Cervantes de donde se graduó como bachiller e ingresó a la Universidad de El Salvador (UES) a estudiar Derecho en 1963. Aunque cursó y aprobó todos los años de la carrera, no se graduó.

En 1966 inició su militancia dentro de las filas del Partido Demócrata Cristiano, PDC. Era este el principal partido de oposición de aquella época y su ideología podía considerarse de centro-derecha, aunque con lo polarizada que llegó a estar la situación política salvadoreña, para algunas personas, en distintas épocas, el PDC fue tildado de «comunista» o de «extrema derecha», según la ideología opuesta de sus críticos. Había sido fundado en 1960 por un puñado de profesionales y estudiantes de clase media, estando El Salvador bajo el dominio de gobiernos militares desde 1931.

Los gobiernos militares detentaron el poder formal en El Salvador hasta el 3 de agosto de 1982, cuando mediante el llamado «Pacto de Apaneca», la Junta Militar depositó la presidencia de facto en la persona del doctor Álvaro Magaña Borja. La Asamblea Constituyente redactó entonces una nueva Carta Magna, que entró en vigor en diciembre de 1983. Al año siguiente fueron convocadas las elecciones en las que, en segunda vuelta, ganó el PDC. Su líder, el ingeniero José Napoleón Duarte, quien había sido alcalde de San Salvador en varios períodos y sufrió exilio en Venezuela, asumió la presidencia de El Salvador el 1 de junio de 1984. Sin embargo, durante toda la década de los ochenta, cuando el país vivió la llamada Guerra Civil, los militares conservaron una importante cuota de poder fáctico, situación que no cambió sino hasta la firma definitiva de los Acuerdos de Paz y su proclamación el 16 de enero de 1992.

En cuanto a Lil Milagro Ramírez, «…su formación ideológica fue de corte socialcristiana, aunque más tarde sería fuertemente influenciada por el marxismo»3. Según su principal biógrafa, los años de 1966 a 1970 marcaron para Lil Milagro Ramírez una etapa de rápida profundización en su compromiso político, paralela a una fase de gran efervescencia dentro de la sociedad salvadoreña. El 5 de marzo de 1967 ganó las elecciones, entre denuncias de fraude electoral, el candidato del Partido de Conciliación Nacional, PCN, general Fidel Sánchez Hernández, con el 54.37 % de los votos, si bien estos resultados han sido muy controvertidos, ya que hay muchos señalamientos de que el fraude electoral fue una práctica común en aquellos años, perpetrado por los militares para mantenerse en el poder.

Sánchez Hernández compitió en dichas elecciones contra el abogado Abraham Rodríguez, candidato del PDC, el médico Fabio Castillo Figueroa, del PAR, y el abogado Álvaro Magaña, del PPS. El año siguiente, 1968, estuvo marcado en todo el mundo por una serie de acontecimientos de enorme trascendencia: la Primavera de Praga, el Mayo Francés y la guerra de Vietnam, entre otros hechos. Esta última alcanzó entonces una de sus fases más sangrientas con la llamada Ofensiva del Tet y la masacre de My Lai. En la ciudad de México, ese mismo año y con poquísimos días de diferencia, tuvieron lugar la XIX Olimpiada y la masacre de Tlatelolco. En Estados Unidos habían sido asesinados Martin Luther King y Robert Kennedy. En medio de tal contexto internacional, el gobierno del general Sánchez Hernández tuvo que enfrentar, a nivel interno, la llamada «Gran Huelga de ANDES 21 de Junio». El contexto regional no era menos conflictivo. La crisis del Mercado Común Centroamericano culminó, en ١٩٦٩, con la mal llamada «Guerra del Fútbol», en la que se enfrentaron los ejércitos de El Salvador y Honduras en medio de acusaciones de genocidio lanzadas por las autoridades salvadoreñas contra sus homólogas del país del norte, perpetrado contra las comunidades de migrantes cuscatlecos asentados en Honduras desde al menos dos décadas antes.

Es en medio de tales hechos que Lil Milagro Ramírez va evolucionando en su pensamiento y en su compromiso con las luchas de liberación, de tal modo que en 1970 abandonó la casa de sus padres y se incorporó a la clandestinidad. En 1971, Lil Milagro formó parte de un pequeño movimiento insurgente al que se ha denominado «El Grupo». Fue esa organización la que el 11 de febrero de 1971 secuestró al empresario Ernesto Regalado Dueñas4, quien apareció asesinado el 18 de ese mismo mes. Este fue el núcleo de la misma organización que, en marzo de 1972, se autodenominaría Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Tres años más tarde, Lil Milagro Ramírez, Eduardo Sancho y otros compañeros de armas decidieron separarse del ERP y conformar otra organización de izquierda denominada RN, es decir, Resistencia Nacional. Esta escisión fue un síntoma de las purgas que estaban ocurriendo al interior del ERP, hechos que se tradujeron en la muerte del poeta Roque Dalton, y de su compañero de lucha Armando Arteaga, a manos de sus mismos compañeros de organización. Según versiones de algunos militantes de izquierda que los conocieron en aquella época, Lil Milagro Ramírez sostuvo una relación amorosa con Roque Dalton, la cual finalizó con la muerte del poeta, ocurrida el 10 de mayo de 1975.

En noviembre de 1976, Lil Milagro Ramírez fue capturada en la población de San Antonio del Monte, muy cerca de la ciudad de Sonsonate, por elementos de la hoy extinta Guardia Nacional. «Junto con ella, [fue] capturado también el profesor Manuel Rivera, miembro del consejo ejecutivo de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES 21 de Junio), quien resultó herido por dos balazos de carabina. Por su parte, Lil Milagro sufrió una ligera herida de bala en la cabeza que la dejó inconsciente. Cayó al suelo, al lado de una cuneta y fue arrastrada por sus captores como si fuera un cadáver. Por eso, los vecinos que presenciaron el hecho al día siguiente declararon que una joven desconocida había muerto en el enfrentamiento».

«Estando inconsciente, Lil fue trasladada a la Policía de Aduana, en donde fue torturada sufriendo diferentes vejaciones, e incluso fue interrogada mediante la aplicación de pentotal (suero de la verdad). A finales de diciembre de 1976, Lil Milagro fue trasladada a las cárceles clandestinas de la Guardia Nacional, en donde sería nuevamente torturada»5. Ahí permaneció secuestrada, viviendo, según un Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA6, en condiciones infrahumanas, hasta que fue asesinada el 17 de octubre de 1979, dos días después del derrocamiento del entonces presidente de El Salvador, el general Carlos Humberto Romero, quien fue sustituido por una Junta Revolucionaria de Gobierno integrada por tres civiles y dos militares. Cuando murió, Lil Milagro Ramírez solo contaba treinta y tres años con seis meses de edad. Sus restos nunca fueron entregados a su familia.

  1. Virginia Peña Mendoza

Virginia Peña Mendoza nació en San Salvador, el 8 de agosto de 1952. Fue hija de José Belisario Peña, exmilitar salvadoreño conocido por el apodo de «Peñón», y de Ángela Concepción Mendoza de Peña, quienes también procrearon a sus hermanos Felipe, Lorena y Ana Margarita. De joven, a Virginia le gustó mucho la poesía, la danza y la música. Junto con Claudia Hérodier y Luis Díaz Hérodier fundó el grupo musical Mahucutah, que se caracterizó por crear canciones comprometidas con las luchas del pueblo: con la clase obrera, los estudiantes y los campesinos. Estudió la Licenciatura en Física en la Universidad de El Salvador (UES) donde comenzó a destacarse como dirigente del movimiento estudiantil. En 1972 pasó a militar en las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En esa época realizó tareas clandestinas de apoyo a la guerrilla.

En 1974 viajó a La Habana, donde estudió durante un año marxismo y economía política. De regreso a El Salvador, se incorporó a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), uno de los cinco grupos que posteriormente, el 10 de octubre de 1980, integraron el FMLN. Virginia Peña Mendoza se convirtió en la compañera «Susana». A finales de 1975, después de la caída en combate de su hermano, el comandante Felipe Peña Mendoza, quien anteriormente había sido estudiante de Economía, «Chana» pasó a la clandestinidad para asumir la dirección del movimiento campesino. Fue la formadora de una generación de cuadros que impulsaron y generalizaron la lucha popular y combativa. Entre otros fue jefa de Apolinario Serrano, «Polín», Patricia Puertas y muchos más. Después de la caída de su jefe «Chico» (José Alejandro Solano), junto con la esposa de este, Clara Elizabeth Ramírez, cuyo sobrenombre era «Eva», y de «Toño» (Andrés Torres Aguirre), el 11 de octubre de 1976 «Chana» pasó a formar parte de la Comisión Nacional de Masas de las FPL. Ese mismo año de 1976, Virginia Peña Mendoza se acompañó con el comandante «Jesús Rojas» (Antonio Cardenal Caldera). En 1980 Virginia se convirtió en Jefa de Operaciones del Estado Mayor de las FPL. Para la ofensiva del 10 de enero de 1981 dirigió las unidades guerrilleras en el Cerro de Guazapa. En 1983 viajó a Chalatenango para incorporarse al Estado Mayor del Frente «Apolinario Serrano». Ahí fundó la «Brigada Felipe Peña Mendoza», junto con «Dimas Rodríguez», «German Serrano» y otros combatientes. Para entonces Virginia se había ganado en combate el grado de Capitana del Ejército Popular de Liberación. En 1985, Virginia asumió la jefatura de la Subzona 2 de Chalatenango, que abarcaba los municipios de Dulce Nombre de María, La Palma, Tejutla, La Laguna y San Ignacio. El 12 de julio de 1986 en Cuevitas, en un desigual combate contra un comando de treinta soldados del Destacamento Militar Número 1, cayó ametrallada Virginia Peña Mendoza, comandante «Chana», su radista «Paty», originaria de San Salvador y dos miembros de seguridad: «Óscar», originario del Cerro Miramundo y Saúl Díaz Avelar, «Duglasito», de doce años de edad, hijo de la pareja guerrillera «Silvia» y «Chepe».

  1. Delfina Góchez Fernández

Delfina Góchez Fernández nació en la ciudad de Santa Tecla el 16 de junio de 1958, en el hogar formado por sus padres, el poeta Rafael Góchez Sosa y Gloria Marina Fernández, quienes se casaron en 1957. Rafael Góchez Sosa fue el único hijo de Delfina Góchez Henríquez, fallecida en septiembre de 1983. El matrimonio Góchez Fernández también procreó a otros tres hijos: Evelyn, Gloria Sylvia y Rafael Francisco. Por su parte, Gloria Marina Fernández obtuvo las licenciaturas en Filosofía y Letras por la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA). El poeta Rafael Góchez Sosa había nacido el 23 de diciembre de 1927. Estudió Contaduría y fue profesor de educación media de las especialidades de Estética y Letras. Fue agente de El Diario de Hoy en la ciudad de Santa Tecla. Fue miembro de la llamada Generación Comprometida. Además de otros certámenes literarios nacionales e internacionales, ganó el primer lugar en la rama de poesía en los Juegos Florales de Quetzaltenango en dos ocasiones: 1967 y 1970. Anteriormente, en 1963, había ganado el segundo lugar en el mismo certamen con su poemario Poemas circulares. A fines de 1958, y como parte de la sociedad Educadores Tecleños, el matrimonio Góchez Fernández fundó el Liceo Tecleño, institución educativa que funcionó desde 1958 hasta 1985. Junto con el poeta Tirso Canales, Góchez Sosa escribió la obra Cien años de poesía salvadoreña 1800-1900. Rafael Góchez Sosa murió el 16 de diciembre de 1986, pocos días antes de cumplir cincuenta y nueve años. El núcleo familiar ha sido descrito por su miembro más joven, Rafael Francisco, como: «medianamente disfuncional, con frecuentes conflictos a pesar de haberse mantenido unido hasta la muerte [del padre]». Los conflictos presumiblemente se originaban en el alcoholismo y la ludopatía que sufrió el poeta.

Delfy, como la llamaban en confianza fue la primogénita de esta familia dedicada a la educación y a las letras. Firmó sus obras como Delfy Góchez o con el pseudónimo Juana María Tiempo. Realizó sus estudios de Educación Básica en colegios católicos de Santa Tecla, concretamente en los colegios Santa Inés y Belén, y en el Colegio Salvadoreño Alemán. Se graduó como bachiller en comercio y administración en el Liceo Tecleño. En 1977 ingresó a la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA), a estudiar psicología. Ese mismo año comienza su militancia en la organización estudiantil Fuerzas Universitarias Revolucionarias «30 de julio» (FUR-30), que formaba parte del Bloque Popular Revolucionario (BPR). Para costear sus estudios universitarios, a partir de 1977 trabajó como secretaria en la compañía Seguros e Inversiones (SISA) y luego en el Liceo Tecleño.

Cursó cinco años de la carrera, en la cual estaba inscrita al momento de su muerte. Delfina falleció el 22 de mayo de 1979 durante una manifestación popular. Contaba entonces veinte años. De haber sobrevivido, habría cumplido los veintiuno tres semanas más tarde, tal como lo señaló su hermano Rafael Francisco: «Delfy murió tres semanas y cuatro días antes de cumplir los veintiún años»7. La manifestación durante la cual murió Delfina Góchez Fernández tenía por objetivo llevar medicinas y alimentos a las personas que habían ocupado las oficinas de la embajada de Venezuela en San Salvador. No era esa la única embajada o institución ocupada por manifestantes en esos días. La catedral estaba tomada por miembros del BPR. La embajada de Costa Rica había sido desalojada violentamente de sus ocupantes ese mismo día 22 de mayo por la Policía Nacional. En el mismo hecho en que falleció Delfy, murieron, entre otros, los estudiantes de la UCA, Mauricio Scaffini (Ingeniería Eléctrica) y Antonio Girón Martínez (Ingeniería Mecánica), así como la profesora Emma Guadalupe Carpio, dirigente de la gremial ANDES 21 de Junio e hija del líder revolucionario Salvador Cayetano Carpio.

Según el poema de su padre titulado Amigos, mi hija no está muerta, Delfina iba a casarse en una fecha muy próxima a la de su muerte. Rafael Francisco Góchez afirma que su hermana no publicó poemas en vida, excepto un breve texto adolescente. Después de su muerte, poemas suyos circularon en diversos medios informales, como hojas volantes y periódicos estudiantiles. Aparecen textos suyos en las antologías: Lovers and comrades, editado por Amanda Hopkins (The Women’s Press Ltd., marzo de 1989, 160 páginas, ISBN 978-0704340954, edición en inglés) y On the front line, editado por Darwin Flakoll y Claribel Alegría (Curbstone Books, julio de 1995, 72 páginas, ISBN 978-0915306862, edición en inglés). En 1975, su carta titulada Por qué quiero a mi madre fue galardonada en el Certamen Literario JETRO.

4.1 Los poemas de Delfy

Por Rafael Francisco Góchez8

http://copiademimismo.blogspot.com/2007/04/los-poemas-de-delfy.html

Reproducido con permiso del autor.

A veces, más pronto de lo que puede brotar cualquier razonamiento preventivo, me veo sumergido en cierta parte del museo familiar que no me es grato hurgar: textos y fotografías de los años previos a 1979. Aquel período y especialmente ese año está lleno de recuerdos dolorosos, concentrados en el martes 22 de mayo, fecha de la muerte de mi hermana Delfina, a quien siempre llamamos Delfy.

Esta mezcla de tristeza y cólera me viene directamente de aquella época, condensada en los poemas catárticos que ella, durante los dos años previos a su asesinato, escribió. En ellos quedaron reflejados sus anhelos, temores, expectativas y crisis; todo amalgamado con la ideología que abanderó la lucha contra la dictadura que en aquel momento reprimía salvajemente cualquier intento de cambio, ya fuera éste dentro de la teórica institucionalidad del país, o bien, planteado como la sustitución radical del sistema. En ese incipiente corpus literario, muchas veces firmado con el seudónimo Juana María Tiempo, son tres los temas dominantes:

  1. La utopía revolucionaria, expresada en una visión romántica de la entrega a la causa libertaria y la inevitable muerte martirial en ese bregar. La mayoría de estos textos, aunque con síntomas de talento poético, están cargados de una pureza ingenua hilvanada con las consignas propias de las manifestaciones políticas del momento. Hay, no obstante, dos o tres más depurados que, en su momento, se dieron a conocer en diferentes espacios. De uno de ellos, transcribo este fragmento:

Y mi sangre regará nuestra tierra

y crecerán las flores de la libertad,

y el futuro abrirá sus brazos

y caluroso, lleno de amor,

nos acogerá en su pecho. Nuestra madre,

nuestra patria,

reirá feliz al estar de nuevo con su hijo,

con su pueblo,

con el niño que ayer lloraba un por pedazo de pan

y que hoy

crece en la libertad.

  1. La devoción amorosa, expresión de una relación sufrida que vivió durante sus últimos años de vida, desde su particular óptica ideológica. La lectura de estos manuscritos confesionales —a veces en verso, a veces en prosa— sólo puedo hacerla en clave personal y siempre desemboca en una impresión negativa del sujeto a quien iban dirigidos. No pienso publicar ninguno de ellos.
  2. El conflicto familiar, creciente en la medida que, por una parte, ella se involucraba más en su compromiso político y, por otra, nuestros progenitores intentaban disuadirla, dada la amenaza que aquellas actividades suponían para su joven vida. En medio del dolor familiar, uno de estos textos fue dado a conocer por mi padre en las semanas posteriores a la muerte de mi hermana. Sin embargo, creo que publicar ese o cualquiera de los demás textos de esta línea temática es clavar una dolorosa y renovada espina en quien nunca mereció tal ingratitud.

Delfy murió tres semanas y cuatro días antes de cumplir los veintiún años, cuando una manifestación estudiantil fue acribillada por los nefastos «cuerpos de seguridad» de aquel convulso y maltratado El Salvador de 1979. Veintiocho años después aún es difícil entender aquel cúmulo de circunstancias inarmónicas que produjeron esa tragedia. No obstante, hay unos inquietantes versos que ella escribió mucho antes de entrar en la creciente espiral revolucionaria. Son de 1972, a sus trece años de edad y sin otra noción literaria distinta de la intuición. Quizá esto sea, después de todo, lo más sencillo y exacto que se pueda decir al respecto.

Confesión

Me invaden recuerdos,

lo dejo...

¡tal vez por siempre, tal vez por un rato!

Pero lo dejo.

Mi viejo rancho donde nací,

donde crecí...

¡Donde tantas veces reí,

y tantas veces lloré...!

Mi rancho pobre y chiquito,

lo dejo.

Mi mamá llora mucho,

mis hermanas y mi papá también.

Pero yo siento que volveré.

Me voy por unos días, pero siento que vuelvo al fin,

aunque ellos no me recibirán,

no me verán,

pero me sentirán...

Al grano:

yo he muerto.

  1. Leyla Patricia Quintana Marxelly (Amada Libertad)

Leyla Patricia Quintana Marxelly nació en Santa Tecla el 2 de abril de 1970. Sus padres fueron Roberto Quintana y Argelia Marxelly de Quintana. Realizó sus estudios de educación básica y media en el colegio María Inmaculada de San Salvador. En 1987 comenzó a estudiar la licenciatura en periodismo en la Universidad de El Salvador. Fue en la UES, en medio de la efervescencia de un centro de estudios caracterizado por su postura contestataria hacia el llamado establishment, donde Leyla vivió un proceso de sensibilización personal hacia las hondas desigualdades económicas presentes en la sociedad salvadoreña, lo que la llevó a involucrarse en las luchas políticas y sociales de aquella época tan convulsa. Fue así como pasó a pertenecer al Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, una de las organizaciones que integraron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN.

Sin embargo, no abandonó nunca su vocación poética. En 1990 obtuvo una Mención Honorífica en el Certamen Wang Interdata con el poemario Vertiendo en papel de guerra un poco de mala ortografía. En 1991 recibió el Primer Lugar compartido por Locuras y garabatos en el Certamen Femenino «Dra. Matilde Elena López» promovido por ORMUSA. El 28 de septiembre de 2000, el COM y Las Dignas le otorgaron un diploma de reconocimiento (post-mortem), como mujer destacada del siglo XX. Leyla cayó en combate con el pseudónimo Amada Libertad.

Leyla Quintana murió combatiendo en el volcán Quezaltepeque9, en la localidad de El Salitre, municipio de Nejapa, al norte de San Salvador, el 11 de julio de 1991. Tenía veintiún años de edad. Fue sepultada en el lugar, pero un año después su madre trasladó sus restos al cementerio de Quezaltepeque. Bajo el pseudónimo Amada Libertad, su madre, Argelia Marxelli, se ha encargado de publicar su obra poética. Entre sus libros se encuentran: Larga trenza de amor (Sombrero Azul, San Salvador, 1994), Las burlas de la vida (Amada libertad, Santa Tecla, 1996), Pueblo (Amada Libertad, Santa Tecla, 1997), Libertad va cercando (La Giahia español-italiano, 1997), Lectura de cicatrices (Amada Libertad, Santa Tecla, 2000), Destino (Amada Libertad, Santa Tecla, 2011), Volveré (La Chifurnia, Quezaltepeque, 2011), En la punta del delirio (La Chifurnia, Quezaltepeque, 2014), La mayor fuerza su silencio (Gilgamesh, Italia, 2015, ISBN 978-88-6867-082-5), y Leyla: combatiente de la vida (Amada Libertad, Santa Tecla, 2015).

5.1 Somero análisis

Analizar las vidas y las obras de estas cuatro mujeres resulta un desafío difícil de enfrentar. Sin embargo, a primera vista lo primero que destaca es lo mucho que las cuatro tienen en común. Podrían considerarse parte de una misma generación, habida cuenta de que nacieron entre 1946 y 1970, es decir, en un período que abarca veinticuatro años:

Tabla 1. Datos biográficos de las poetas de la guerra

Nombre

Nació en

Murió en

Al morir tenía

Lil Milagro Ramírez Huezo-Córdoba

3-abril-1946

17-octubre-1979

33 años

Virginia Peña Mendoza

8-agosto-1952

12-julio-1986

34 años

Delfina Góchez Fernández

16-junio-1958

22-mayo-1979

20 años

Leyla Patricia Quintana Marxelly

2-abril-1970

11-julio-1991

21 años

Nota. Elaboración propia.

Otro rasgo común es el de sus muertes. Todas fallecieron en los doce años que van de 1979 a 1991, es decir, entre el año del estallido del conflicto (1979) que fue, sin duda un año extraordinariamente violento, como presagiando la avalancha de sangre y muerte que se venía encima, y 1991, el año en que se concreta la negociación que dio como fruto la firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992. Por descontado, todas, además, murieron de muerte violenta. Virginia Peña Mendoza y Leyla Patricia Quintana cayeron combatiendo. Delfina Góchez Fernández falleció en una acción de masas como fue la manifestación hacia la embajada de Venezuela. Y Lil Milagro Ramírez fue muerta cuando, en calidad de desaparecida, guardaba cautiverio a manos de la Guardia Nacional. En resumen: las cuatro murieron luchando.

En los cuatro casos los victimarios fueron miembros de los llamados «Cuerpos de Seguridad», es decir, estos son cuatro casos de delitos de lesa humanidad y del llamado «terrorismo de Estado». Hasta el día de hoy, estos casos no han obtenido reparación alguna. Ni siquiera «disculpas» por parte del presidente de turno, ni de los anteriores. A la muerte violenta se unen los agravios posmortem: el cuerpo de Lil Milagro Ramírez jamás fue entregado a su familia. Se supone que fue sepultada en el interior de las instalaciones del Cuartel Central de la Guardia Nacional. Virginia Peña Mendoza y Leyla Patricia Quintana fueron enterradas, al menos provisionalmente, en el sitio de su fallecimiento. El cuerpo de Delfina sí fue entregado a sus familiares. Sin embargo, en los días siguientes la familia Góchez Fernández sufrió un atentado violento que pudo haber tenido un desenlace fatal, cuando su domicilio, cercano al parque tecleño conocido como «El Cafetalón», fue acribillado a balazos por presuntos miembros de un «escuadrón de la muerte», amén de otras maneras, más o menos sutiles e insidiosas de acoso y amedrentamiento que incluyeron llamadas anónimas y amenazas.

Las cuatro mujeres nacieron en el seno de familias de clase media que les proporcionaron la mejor educación que pudieron conseguir, dado su nivel de ingresos. En todos los casos, en las familias había una clara inclinación hacia las artes y/o la literatura, además de un clima favorable al cultivo de las Humanidades, a pesar de que estas disciplinas están muy de capa caída hoy en día en todo el mundo. Lil Milagro Ramírez tuvo la suerte de contar con una privilegiada preparación en la antigua Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador, donde laboraban por ese entonces los mejores humanistas del país. Virginia Peña Mendoza cultivó, además de la poesía, la música de proyección folklórica. Sin embargo, fue la única de las cuatro que estudió una carrera científica (Licenciatura en Física). Lil Milagro Ramírez estudió derecho, Delfina Góchez, psicología, y Leyla Patricia Quintana, periodismo.

Aunque la militancia era un hecho compartido por las cuatro, cada una participó en la lucha desde organizaciones distintas y, en algunos casos, en conflicto. Lil Milagro Ramírez, por ser la de mayor edad y por haberse incorporado, debido a la misma razón, tempranamente a las luchas políticas, participó primero en las acciones del llamado «Grupo», que dio origen al Ejército Revolucionario del Pueblo, primero, y luego se escindió en la Resistencia Nacional. Sin embargo, sus acciones se concretaron más en la lucha política que en la vía armada. Virginia Peña Mendoza, en cambio, fue uno de los mandos de las Fuerzas Populares de Liberación, ligadas al Partido Comunista, organización con la que tanto el ERP como la RN tuvieron largas diferencias.

Más cercana a la opción de Virginia, pero dentro de un movimiento de masas, esto es, una organización más cerca de la acción política que de la militar, estaba Delfina Góchez, perteneciente al Bloque Popular Revolucionario y, en concreto, a la organización universitaria FUR-30. En cambio, Leyla Patricia Quintana perteneció primero a la Resistencia Nacional y luego al Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, la organización militar de la que se había separado la RN. En aquellos años tan sectarios estas diferencias revestían indudable y, a veces, trágica importancia10. De las cuatro, a mi entender, la que logró desarrollar una obra más completa fue Lil Milagro Ramírez, quien incluso dejó varios poemarios completamente estructurados. Es también la que manifiesta un abanico más amplio de temas y de formas poéticas. La de Lil Milagro fue, en mi opinión, y por mucho, una búsqueda personal honda y honrada por el sentido de la existencia. Una búsqueda que empezó en el terreno de la Teología, ya que no debe olvidarse que en un primer momento fue una militante social-cristiana, y que dio paso, en términos muy semejantes a los del proceso de concienciación del sacerdote colombiano Camilo Torres, a un profundo compromiso con la justicia social.

En ese sentido, hay hechos interesantes en las vidas de Lil Milagro y Virginia. Los padres de Lil Milagro eran gnósticos. El de Virginia era masón. En ambos casos eran doctrinas heterodoxas en un país mayoritariamente católico, como era El Salvador en los años cincuenta, sesenta y setenta. Tal vez de ahí les vino a ambas la necesidad de buscar, a través de un proceso personal de introspección, el sentido de la existencia, búsqueda que desembocó y se tradujo en un compromiso de lucha por su pueblo. A pesar de ciertas diferencias, también es notable la semejanza de temas que abordan en su obra las cuatro escritoras. Podríamos intentar una somera clasificación de algunas ideas recurrentes:

La utopía revolucionaria, como la llama Rafael Francisco Góchez. Siendo las cuatro autoras en cuestión militantes de izquierda, este predominio del tema social en sus poemas es punto menos que inevitable. La idea de estar comprometidas con una lucha social y política indispensable para la construcción de un mejor país está presente en la obra de las cuatro y se manifiesta en numerosos lugares.

Un sentido de urgencia vital intenso y manifiesto. Las cuatro parecen albergar la convicción de que no tienen mucho tiempo, de que sus vidas serán breves y acabarán segadas por la dinámica violenta del conflicto. Esta profecía auto cumplida no podía resolverse de otro modo, ya que las cuatro se jugaban la vida a diario. El contexto histórico no permitía esperar un desenlace más feliz. Y, sin embargo, en algunos lugares, se permiten el lujo de la esperanza. Virginia Peña Mendoza dice en un poema:

«…sé

que nada podrá contra la montaña

contra mi amor

que es como ella,

indestructible

a pesar de las heridas

ni contra nuestra esperanza

donde todo mal ha de estrellarse

para siempre…»

Por su parte, Leyla Patricia Quintana afirma en uno de sus textos:

«…Lo que quiero es anunciar mi fatiga

que por la vida espera sacar a flote

la aguerrida bandera que encierra a la esperanza

y si no puedo librar mi indignación de la serpiente,

trenzaré valores y anidaré tempestades

para que en ellas muera…»

El miedo: como una realidad ineludible, las cuatro mujeres tuvieron que aprender a convivir con el miedo. No es extraño que lo mencionen en varios rincones de sus poemas. Dice Virginia Peña Mendoza, casi como disculpándose:

«…Por eso, no tengo miedo

sólo me he estremecido

esta tarde de aviones…»

De una manera un tanto ingenua (al fin y al cabo, cuando escribió este documento solo contaba dieciocho años), Delfina Góchez Fernández dice:

«…No tendré miedo nunca.

Todo lo que haga

tiene que ser un golpe al enemigo

en cualquier forma que se dé…»

Y siempre en 1977, en otro texto, dijo:

«…De vez en cuando

es bueno

ser uno con el miedo.

Lo sé:

tengo miedo

y el miedo me ayuda a despertar.

Tengo miedo de caer en el vacío

de mis brazos cruzados

o dormidos…»

El amor: realidad que es una constante en estas cuatro voces. Tema ineludible porque se trata de cuatro jóvenes, con toda la fuerza de la edad y toda la voluntad de enamorarse. Sin embargo, el tema erótico no es asumido por ellas en sus escritos en los términos tradicionales, y es claro que el tratamiento del tema no se limita, al menos en esta muestra en estudio, al amor-pasión, al amor-pareja o al amor sentimental. La concepción del amor en estas cuatro autoras podría ser tema de otro análisis. En todo caso, no lo conciben solo como el amor entre hombres y mujeres. Este es un amor que trasciende al mundo, a la sociedad y a la historia, una noción de amor que abarca la naturaleza y el universo.

A manera de conclusión, podríamos decir que nuestra sociedad tiene una deuda impagada, y acaso impagable, con estas mujeres que, no es retórico decirlo, ofrendaron sus vidas en el altar de la patria. Lo mínimo que se merecen es que las conozcamos más, que las estudiemos, que sus obras se publiquen, y que sean objeto de estudio en los programas oficiales y en las universidades. Ignoradas, vilipendiadas, acaso olvidadas, sin embargo, siguen ahí, esperando que un día la posteridad las reconozca y les dé el lugar que les corresponde. Ojalá estas páginas contribuyan a esto.

Referencias

Libros:

Amada Libertad. Larga trenza de amor. San Salvador, Sombrero Azul, 1994.

Cañas-Dinarte, Carlos. Diccionario de autoras y autores de El Salvador. San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2004. ISBN 99923-0-086-8.

Cardenal, Rodolfo. Manual de Historia de Centroamérica. San Salvador, UCA Editores, 2011. ISBN 978-99923-49-01-4.

Dalton, Roque. La ventana en el rostro. San Salvador, UCA Editores, 1996. ISBN 9789992334669.

Martínez, Ana Guadalupe, Las cárceles clandestinas de El Salvador, San Salvador, UCA Editores, reimpresión de 2007. ISBN 9992349670.

Medrano, Miriam. Lil: Milagro de la Esperanza. Cartas y poemas. San Salvador, Laberinto Editorial, 2013. ISBN 978-99961-0-331-5.

VV AA. Mujeres, Reunión Poética. San Salvador, Secretaría de Cultura del FMLN, 2013. ISBN 9789996102257

VV AA. Poesía a mano. Selección y notas de Joaquín Meza, Ed. Universitaria de El Salvador, 1997.

Publicaciones periódicas:

Revista Cultura N.° 40, abril, mayo y junio de 1966, págs. 118 a la 121

Páginas web:

http://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2011/08/4481-delfina-gochez-fernandez.html

http://marcialteniarazon.org/galeria/relatos/virginia-pena-mendoza-comandante-chana

http://marcialteniarazon.org/galeria/relatos/la-masacre-del-22-de-mayo-de-1979

http://copiademimismo.blogspot.com/2007/04/los-poemas-de-delfy.html,

http://www.cidh.org/countryrep/ElSalvador78sp/cap4.htm

Entrevistas:

Miriam Medrano

Rafael Francisco Góchez Fernández

Argelia Marxelly


  1. 1 Roque Dalton. Por qué escribimos. Del poemario La ventana en el rostro. San Salvador, UCA Editores, 1996. ISBN 9789992334669.

  2. 2 Este trabajo habría sido imposible sin la extraordinaria y apasionada labor investigativa y reconstructiva de la maestra Miriam Medrano, de la Universidad de El Salvador (UES) quien ha dedicado su vida a investigar la biografía de su amiga y compañera de la Facultad de Derecho, Lil Milagro Ramírez, compilando su obra en el libro Lil: Milagro de la Esperanza. Cartas y poemas. San Salvador Laberinto Editorial, 2013. ISBN 978-99961-0-331-5.

  3. 3 Fuente: Medrano, Miriam (2013). Lil Milagro de la Esperanza: cartas y poemas. Editorial Laberinto. ISBN 99961-0-331-5.

  4. 4 Fuente: http://postwarelsalvador.blogspot.com/2014/05/hay-algo-de-mama-del-nino-pueblo-o-de.html, consultada el 21 de septiembre de 2015.

  5. 5 Fuente: Declaraciones del doctor Alfredo Castro Quezada, quien estuvo detenido sin causa justificada, en calidad de «desaparecido», por agentes de la Guardia Nacional salvadoreña. Durante su cautiverio vio en las mismas circunstancias a Lil Milagro Ramírez y a otros detenidos-desaparecidos, según consta en el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Ver: http://www.cidh.org/countryrep/ElSalvador78sp/cap4.htm, consultada el 21 de septiembre de 2015.

  6. 6 Ver: Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, OEA. http://www.cidh.org/countryrep/ElSalvador78sp/cap4.htm, consultado el 21 de septiembre de 2015. Sobre Lil Milagro, el informe dice textualmente: «CASO DE LIL MILAGRO RAMÍREZ: Edad 31 años, ocupación estudiante egresada de la Facultad de Derecho, originaria de San Salvador, capturada en noviembre de 1976 en la ciudad de Sonsonate, durante el allanamiento de una casa de la organización a que ella pertenece, Resistencia Nacional (R.N.). En esa fecha, la prensa del país informó: que en la balacera ocurrida durante el allanamiento, una señorita había sido muerta. Lil es una señorita que abandonó su hogar hace seis años, para dedicarse a la actividad revolucionaria. Durante los días iniciales a su captura fue mantenida vendada, esposada de pies y manos hacia una cama metálica y completamente desnuda. En tres ocasiones fue interrogada con el auxilio de pentotal (suero de la verdad) y ante la presencia de un médico. Pero también se le aplicó la capucha. Posteriormente se le ubicó en la misma celda que describimos para el caso de REINA ORELLANA, y fue sometida al régimen común de los reos de la GUARDIA NACIONAL». Otra fuente que corrobora lo dicho en este informe es el libro de Ana Guadalupe Martínez, Las cárceles clandestinas de El Salvador, San Salvador, UCA Editores, reimpresión de 2007. ISBN 9992349670.

  7. 7 Fuentes: entrevista semiestructurada a Rafael Francisco Góchez Fernández, febrero de 2016. También lo menciona en su blog: http://copiademimismo.blogspot.com/2007/04/los-poemas-de-delfy.html. Sobre el poeta Rafael Góchez Sosa, se consultó el libro de Carlos Cañas Dinarte: Diccionario de autoras y autores de El Salvador. San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2004. Ver Bibliografía al final de este ensayo.

  8. 8 Con permiso de su autor.

  9. 9 http://www.artepoetica.net/Leyla_Quintana.htm

  10. 10 En algunos lugares se cuenta la anécdota: Ana Guadalupe Martínez fue liberada cuando sus compañeros del ERP secuestraron a Roberto Poma. Sin embargo, en aquel intercambio no fue incluida Lil Milagro Ramírez, quien ya no pertenecía al ERP, sino a una organización que se había separado de esta luego de un violento «cisma» político, dando origen a la RN. Se dice que incluso Roberto D’Aubuisson, al darse cuenta de que Lil Milagro no estaba incluida en el intercambio, se sorprendió y se lo reprochó a Ana Guadalupe. Fuentes de la información sobre Leyla Patricia Quintana Marxelly: http://perfilesdesalvadorenos.blogspot.com/2007/08/leyla-patricia-quintana-marxelly-es.html, consultada el 25 de enero de 2016, y la entrevista semiestructurada realizada a Argelia Marxelly.