Novela y subalternidades en El Salvador: estudio de la obra Cenizas de Izalco (1997) de Claribel Alegría
Novel and subalternities in El Salvador: study of the work Cenizas de Izalco (1997) by Claribel Alegría
Johanna Margarita Jiménez de García
Universidad de El Salvador, El Salvador
ja16006@ues.edu.sv
ORCID: 0009-0004-8482-9787
Fecha de recepción: 16 de noviembre de 2023
Fecha de aprobación: 18 de enero de 2024
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar el fenómeno de la subalternidad reflejado en una novela salvadoreña del siglo XX e identificar los factores contextuales que explican dicho fenómeno desde la ficción novelesca. En cuanto al método, se realizó el estudio de la novela Cenizas de Izalco (1997) de Claribel Alegría, desde la perspectiva teórica de la subalternidad, una de las teorías postcoloniales más significativas dentro de la historia sociocultural y literaria. Tras la interpretación de los resultados se concluye que la autora a través de sus personajes, representa de diferentes maneras el fenómeno de la subalternidad; en primer lugar, exhibe la dura realidad de los campesinos e indígenas de El Salvador en la época de 1932; luego se evidencia la subalternidad femenina tanto en la esfera pública (político-social), como en la privada (matrimonial) y por último, son notorias las relaciones subalternas en el ámbito militar. En cuanto a los factores contextuales que explican la subalternidad en la novela, se constató que los principales factores son políticos, sociales, económicos, religiosos, morales, entre otros, tales como: el sistema capitalista, la desigualdad social y económica, el militarismo «Martinato», el régimen político, el sistema patriarcal, los aparatos ideológicos, entre otros. Asimismo, se considera que la autora mediante su obra plantea de manera implícita un modelo de conquista de la libertad femenina y proporciona alternativas para que la mujer pueda reconfigurarse a través de la conciencia sexual y política.
Palabras clave: novela salvadoreña, subalternidad, sujeto subalterno, hegemonía, resistencia.
Abstract
The objective of this work is to analize the phenomenon of subalternity reflected in a 20th century Salvadoran novel and to identify the contextual factors that explain this phenomenon from fictional fiction. Regarding the method, the study of the novel Cenizas de Izalco (1997) by Claribel Alegría was carried out from the theoretical perspective of subalternity, one of the most significant postcolonial theories within sociocultural and literary history. After interpreting the results, it is concluded that the author through her characters represents in different ways the phenomenon of subalternity. Firstly, it exhibits the harsh reality of the peasants and indigenous people of El Salvador at the time of 1932. Then the female subalternity is evidenced both in the public sphere (social-political) and in the privare sphere (marriage) and finally, subaltern relations in the military sphere are notorious. Regarding the contextual factors that explain subalternity in the novel, it was found that the main factors are political social, economic, religious, moral, among others, such as: the capitalist system, social and economic inequality, the militarism (“Martinato”), the political regime, the patriarcal system, ideological apparatus, among others. Likewise, it is considered that the author through her work implicity proposes a model for the conquest of female freedom and provides alternatives so that women can reconfigure themselves through sexual and political awareness.
Key words: salvadoran novel, subalternities, subaltern subject, hegemony, resistance.
Como se sabe, la literatura también ha sido un medio de resistencia y de denuncia de todo tipo de injusticias perpetradas a las clases bajas, y en El Salvador, han sido los indígenas, campesinos y mujeres, los principales sujetos subalternos, es decir, el blanco de maltratos e injusticias por parte de las clases favorecidas. Por tal razón, un buen número de escritores salvadoreños han utilizado la literatura como medio de denuncia a tales atropellos, como es el caso de la escritora Claribel Alegría. En este sentido, Vilá de Lara (2015) expone que:
Claribel Alegría se ha sabido comprometer con la historia de su país y que se vale de sus obras literarias para hacer así una profunda denuncia social, tanto sobre la opresión de la mujer que se ciñe a las normas sociales como al sufrimiento de un pueblo que está bajo un poder opresivo (p. 59).
Evidentemente, Alegría es una escritora que en toda su narrativa ha mantenido una actitud de denuncia frente a la opresión que viven los grupos subalternos o marginados en la sociedad salvadoreña, esto a través de sus personajes, especialmente los campesinos, indígenas y mujeres. En Cenizas de Izalco (1997), además de mantener esa voz de denuncia, Alegría plantea también el despertar político y sexual de una mujer, cuya vida transcurre entre los avatares de los regímenes opresivos del denominado «martinato» (1931-1944) y el autoritarismo de un marido que la quiere condenar a ser ama de casa y que la ve como una simple mujer que debe dedicarse a labores tradicionales, entendida como una reproductora de la familia. Asimismo, la escritora en su novela presenta a los campesinos e indígenas (clases bajas) como sujetos subalternos del sistema de gobierno o del Estado y de las clases altas de la época de 1932, dado que eran marginados y sometidos al poder del dictador Maximiliano Martínez, llegando al punto de masacrarlos por el simple hecho de reclamar sus derechos.
Conviene mencionar, que la historia que cuenta la obra en estudio se desarrolla en una época en que las mujeres carecen de muchos de sus derechos. Si acudimos a la historia nos damos cuenta que para 1932 las mujeres no tenían derecho al sufragio. Cabe señalar, que el sufragio femenino se logró mediante las luchas de las mujeres organizadas hasta 1939, y se aprobó solo para las mujeres casadas mayores de veinticinco años y para las solteras mayores de treinta años poseedoras al menos del certificado de sexto grado de escolaridad. Posteriormente, en la Constitución de 1950, bajo la aprobación del presidente Óscar Osorio, se dio reconocimiento legal a los derechos políticos de la mujer en El Salvador y se estableció el voto universal sin impedimento alguno.
En ese contexto, Vilá de Lara (2015) manifiesta que «Claribel Alegría al igual que prudencia Ayala, es una mujer que como escritora promulga la libertad femenina como derecho de ella misma para tomar sus propias decisiones» (p. 48). Por ello, en su novela Cenizas de Izalco, no solo muestra la condición subalterna de las mujeres en sus personajes (Isabel, Carmen y Eugenia), sino que también propone maneras de superarla por medio del desarrollo de una conciencia política y de un sentido de la identidad sexual y el placer como derecho. Si bien es cierto eran mujeres pertenecientes a clases acomodadas, siempre se veían afectadas por el modelo patriarcal impuesto por el sistema, ya que no eran tomadas en cuenta en cuestiones políticas y tenían menos derechos que los hombres. Al respecto, Alegría considera que las mujeres al igual que el hombre, deben poseer los mismos derechos y tomar decisiones propias para alcanzar de esta manera la plenitud como mujer y romper con tales relaciones subalternas.
Las investigaciones previas sobre la obra de esta autora estudian diferentes temas; por ejemplo, la perspectiva ética presente del suceso de 1932 (Araya Solano, 1992); la aplicación del método sociológico literario (Cruz Cruz et ál., 2008); las narrativas e imágenes de la revolución y de la memoria (Bettaglio Condon, 2009); el proceso de concienciación en los personajes femeninos (Melgar Murcia, 2013); lo erótico y el diario íntimo (Miklos, 2014); el trauma de 1932 en la narrativa salvadoreña (Martín Hernández, 2014) el compromiso de la mujer (Vilá de Lara, 2015); la exploración de opciones culturales en Cenizas de Izalco (Callister, 2018); entre otros.
Como se puede inferir, tales investigaciones sobre la obra en análisis, centran su atención en diferentes temáticas, por lo que resulta sumamente necesario abordar el fenómeno de la subalternidad en dicha obra. De igual forma, es muy importante realizar el estudio mencionado, dado que la obra en cuestión no ha sido abordada desde la perspectiva teórica de los estudios subalternos, pues algunos autores investigan de manera general el compromiso social y político de la autora, y solo rozan de forma tangencial el fenómeno de la subalternidad, el cual se pretende analizar en esta investigación. Es decir, que los trabajos existentes, si bien es cierto abordan en alguna medida el tema de las injusticias y opresiones, sus aportes deben estimarse solo como antecedentes críticos de la obra de esta autora; pues por lo demás, dejan un vacío que debemos atender para una mejor comprensión del fenómeno de la subalternidad.
Otra de las razones por las que se realizará el presente análisis, es debido a la insatisfacción con los conocimientos o resultados de los estudios existentes y la pérdida de interés hacia la literatura salvadoreña como objeto de estudio. Igualmente, a través de esta investigación se pretende ofrecer un análisis para que sirva de guía a futuros estudios. Cabe recalcar, que el desarrollo de este análisis es una manera de contribuir a la crítica literaria por medio de la construcción de trabajos analíticos, con base en la utilización de elementos teóricos que fortalezcan de manera favorable los resultados obtenidos. A partir de las consideraciones anteriores, se formulan las siguientes preguntas problemáticas: ¿De qué manera se representa literariamente el fenómeno de la subalternidad en los personajes de la novela Cenizas de Izalco? ¿Qué factores contextuales explican la subalternidad desde la ficción novelesca de Claribel Alegría?
Claribel Alegría fue una escritora, poeta, narradora, ensayista y traductora nicaragüense-salvadoreña. Nació en el año 1924, en la ciudad de Estelí en Nicaragua, pero a los nueve meses de edad fue trasladada a la ciudad de Santa Ana en El Salvador, debido a que su madre fue víctima de un atentado por parte de un marine estadounidense. Cabe mencionar, que Alegría a la edad de ocho años presenció la masacre de indígenas y campesinos en Izalco en 1932, hecho que marcó su vida y que a su vez plasmó en su literatura. Algunos de los premios que ha obtenido esta escritora son: Premio Biblioteca Breve de Seix Barral (1964), Premio Casa de las Américas (1978), Premio de poesía de autores independientes (2000), Premio Neustadt, Oklahoma y la revista World Literature Today (2006), XXVI Premio Reina Sofía de poesía iberoamericana de la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional de España (2017), entre otros. Finalmente, Alegría muere en Nicaragua en el año 2018 a los 93 años de edad.
Dentro de sus publicaciones se encuentra: Anillo de silencio (poesía, 1948), Sobrevivo (poesía, 1978), Pueblo de Dios y de Mandinga (novela, 1985), Despierta mi bien, despierta (novela, 1986), No me agarran viva (testimonio, 1983), Luisa en el país de la realidad (novela, 1987), La mujer del río Sumpul (poesía, 1988), Umbrales (poesía, 1997), Saudade (poesía, 1999), Vía única (poesía, 2004), Esto soy (poesía, 2004), Otredad (poesía, 2011), Cenizas de Izalco (novela, 1967).
La novela en estudio Cenizas de Izalco fue escrita en París en conjunto con su esposo estadounidense, Darwin J. Flakoll (1923-1995), publicada en el año 1967 y fue finalista del Premio Biblioteca Breve Seix Barral en Barcelona. Dicha novela está conformada por 18 capítulos, en los cuales se narra la historia de Carmen Rojas, quien vive en Estados Unidos con su esposo e hijos, y a quien le informan que su madre, Isabel de Rojas, ha fallecido e inmediatamente Carmen viaja a El Salvador.
Durante su estancia en el país, Carmen se hospeda en casa de su padre Alfonso Rojas, un reconocido doctor. Allí familiares y amigos llegan a darle las condolencias y en ese momento recibe por parte de su tía, el diario de Frank Wolff, un norteamericano que llegó a El Salvador en 1932 y que había mantenido una estrecha amistad con la familia de Carmen. Mientras lee el diario se da cuenta que su madre vivió oprimida y que fue traicionada por su padre en varias ocasiones y que a la vez sufrió marginación por parte de un gobierno autoritario, ya que las mujeres no tenían derecho al voto. Aunado a eso, vivió regida a las normas establecidas por una sociedad machista. Conforme avanza en la lectura, ella se redescubre y le hace pensar en su matrimonio, comparándolo con el infeliz matrimonio de su madre. Por último, se entera que su madre tuvo un romance secreto con Frank.
Asimismo, en el diario, Frank narra las miserias y maltratos que vivían los campesinos, ya que entabló amistad con Martí, un joven que busca organizarse para cambiar la estructura social del país y derrotar a los oligarcas. Además, relata las crudas escenas de la matanza de campesinos e indígenas, por parte de los militares en la Plaza Izalco en 1932 y cómo él logró escapar. Finalmente, entierran a Isabel y las cenizas del volcán Izalco caen sobre su ataúd. Tal como sugiere la historia que desarrolla la obra en estudio, se evidencian claramente relaciones de subalternidad en los personajes creados por Alegría. Isabel de Rojas, es una mujer que, a pesar de pertenecer a una clase media, está sometida a las reglas impuestas por la sociedad y al sistema del gobierno salvadoreño, por el simple hecho de ser mujer. Abonado a esto, por medio de un diario personal, son notables las relaciones subalternas entre la clase baja o trabajadora (campesinos) y la clase alta (el gobierno), específicamente en la época del gobierno del Gral. Maximiliano Hernández Martínez.
Para aproximarnos a nuestro problema nos auxiliamos de la perspectiva teórica de la subalternidad. Dicha teoría es una de las «teorías postcoloniales más significativas dentro de la historia sociocultural y literaria, al manifestar diversos aspectos que revaloran los discursos considerados como minorías» (Uscátegui Narváez, 2014, pág. 3). Cabe mencionar que se origina a finales del siglo XX en India y es utilizada por Ranajit Guha (2002) para referirse a los discursos hegemónicos que dominan a los subalternos. Básicamente, dicha teoría trata de explicar cómo los grupos dominantes ejercen el poder sobre otros, cómo los que tienen el poder oprimen a los marginados de una sociedad. De igual modo, Espeleta Olivera (2015) explica que si bien «subalterno» es un concepto de origen gramsciano, la noción de subalterno y las teorías de la subalternidad, fueron popularizadas en el mundo académico por los trabajos de la Escuela de Estudios Subalternos (EES), que a partir de 1982, dirigidos por el historiador indio Ranajit Guha, publicaron una serie de artículos enfocados a llevar a cabo una nueva historiografía que diera cuenta de las voces olvidadas de los subalternos en la historia de la colonia británica en la India, luego en la historia post-colonial nacionalista.
Desde esta perspectiva, al escudriñar el contenido literario de la novela Cenizas de Izalco, se puede hallar una relación mutua entre los estudios subalternos y el eje central que constituye el argumento de la novela, puesto que algunos de los personajes (campesinos, indígenas y mujeres) son estigmatizados como «minorías» por sus trabajos o condiciones de vida que los enmarcan en ese procedimiento subalternizante. Para analizar la novela en cuestión se tomaron las categorías más representativas de la teoría asumida, tales como: subalternidad, sujeto subalterno, hegemonía, conciencia de la subalternidad y resistencia. En primer lugar, la noción de «subalternidad» surge para «dar cuenta de la condición subjetiva de subordinación en el contexto de la dominación capitalista» (Modonessi, 2012, pág. 3). Asimismo, «Gramsci había conceptualizado la “subalternidad” como experiencia de la subordinación, expresada por la tensión entre la aceptación/incorporación y el rechazo/autonomización de las relaciones de dominación y materializada en una “disposición a actuar como clase” que combina espontaneidad y conciencia» (Modonessi, 2012, pág. 4). En este trabajo, la subalternidad se entiende como aquel fenómeno que hace referencia a las relaciones entre dominantes y dominados, en las que el segundo grupo se ve subordinado, invisibilizado y silenciado por los grupos dominantes.
En cuanto a la categoría «sujeto subalterno» es entendida como «una expresión de la experiencia y la condición subjetiva del subordinado, determinada por una relación de dominación en términos gramscianos, de hegemonía» (Modonessi, 2012, pág. 3). Aquí entenderemos «sujeto subalterno» como la persona que en una relación social carece de voz y a quien los grupos dominantes no le permiten ejercer todos sus derechos; como tal es una persona sujeta a la marginación, explotación o a diferentes formas de injusticias.
Por su parte, Oviedo Silva (2006) explica que el concepto gramsciano «hegemonía», es entendido como sistema de alianzas diseñado por las clases dominantes para consolidar el poder y su aceptación social, es decir, las clases dominantes ejercen su hegemonía a partir de la articulación de creencias funcionales. Se establece un bloque de dominación sustentado en la visión de mundo de un período histórico. En este análisis, la «hegemonía» se entiende como el funcionamiento de la ideología de los grupos dominantes, es decir, el ejercicio del poder sobre los grupos dominados. También, se construye la categoría «conciencia de la subalternidad» que es definida como el proceso mediante el cual una persona descubre y comprende que forma parte de los grupos subalternos, es decir, es un sujeto subalterno y que como tal es maltratada, explotada y silenciada.
Por último, Espeleta Olivera (2015) explica que la noción de «resistencia» emerge para describir una gran variedad de formas de lucha y de estrategias para oponerse a un amplio abanico de formas de opresión, y acciones concretas en contra de los intereses de un grupo particular. Aquí entenderemos la «resistencia» como las diferentes maneras de oposición a las ideologías y acciones en contra de los derechos de los grupos dominados. Para el trabajo operativo se utilizó el método de análisis literario y se desarrolló y aplicó una guía de análisis literario, en la cual se instrumentaron las categorías centrales asumidas, intentando mostrar el fenómeno de la subalternidad en los personajes de la novela en cuestión.
El presente trabajo ha sido guiado por dos preguntas, una está relacionada con las maneras en las que se representa literariamente el fenómeno de la subalternidad en los personajes de la novela de Alegría y la otra con los factores contextuales que explican dicho fenómeno desde la ficción novelesca de la autora. Tales interrogantes tratan de responderse a través del análisis de la novela Cenizas de Izalco y para tal objetivo se utilizó la teoría de la subalternidad. A continuación, se exponen los resultados principales.
4.1 Representación literaria del fenómeno de la subalternidad en los personajes de la novela Cenizas de Izalco
Tal como se propone mostrar, la novela de Alegría constituye una representación clara del fenómeno de la subalternidad, puesto que a lo largo de la obra es notable la presencia de relaciones subordinantes en los personajes construidos por la autora. Conviene tener en cuenta, que la subalternidad está ineludiblemente ligada al argumento de la novela, ya que Alegría no oculta la cruel historia vivida por los campesinos, indígenas y mujeres en El Salvador de la época de 1932. Tras la llegada de los españoles, la situación económica y social de las comunidades indígenas, los campesinos y obreros fue decadente y esto incrementó en los años próximos a la independencia de El Salvador. Tras dicha independencia, los gobiernos crearon un sistema desigual, en el que claramente estaban marcadas las clases sociales. En este contexto, Alegría muestra en su obra la dolorosa y cruda verdad de la subalternidad, donde las clases bajas eran directamente las afectadas, pues padecieron innumerables carencias y explotaciones laborales:
-En Ataco -nos cuenta- solo hay una escuela que llega hasta tercer grado. A los nueve años empiezan los niños a trabajar. Para el tiempo de corte se van a las fincas con sus padres; les pagan por tarea, no les dan su ración de comida, porque dicen los patrones que no rinden lo suficiente. ¿Cómo pueden esos niños mal nutridos encontrar energías para seguir estudiando? (Alegría, 1997, pág. 39).
Es evidente, la relación entre dominantes y dominados, en las que la clase alta es la que ejerce el dominio sobre los campesinos. Llama la atención el hecho que los niños de los campesinos tengan que trabajar a temprana edad y que a su vez sean maltratados por los patrones y mal alimentados; asimismo, es visible el limitado acceso a la educación para este segundo grupo. Aunado a lo anterior, el personaje construido por Alegría, llamado «Eduardo» expresa: «¿No odiarías vos también si hubieras sido explotada toda tu vida y encima de eso te trataran peor que a un animal?» (Alegría, 1997, pág. 48). Es decir, que el campesinado era terriblemente explotado, maltratado y padecieron incontables abusos por parte de las clases favorecidas, simplemente por el hecho de pertenecer a la clase baja.
La desigualdad social se puede apreciar a grandes rasgos en la novela en cuestión, pues los campesinos e indígenas viven en malas condiciones, dado a la pobreza extrema, insalubridad, inaccesibilidad a los servicios de atención médica, entre otras deficiencias:
- ¿Qué piensas- exclamó Virgil- de esas barriguitas hinchadas, de la suciedad en que viven? Hasta diez personas duermen en un solo cuartucho- continuó-, dos y tres en cada catre, y los demás en el suelo. (…) A veces pienso que estoy loco, cuidando cerdos y caballos mientras los niños mueren como moscas a mi alrededor. Te apuesto lo que quieras, más de la mitad fallece antes de cumplir un año. Los otros los que sobreviven, están plagados de lombrices, amebas, malaria, miles de cosas más que no conocemos en los Estados Unidos. Nunca beben leche ni comen carne, no me explico cómo crecen (Alegría, 1997, pág. 90).
Básicamente, los campesinos e indígenas eran invisibilizados por las clases altas, pues, eran considerados seres inferiores y sin derecho a una buena alimentación y nutrición, a la asistencia médica, a la educación, entre otros; al contrario de las clases altas, quienes tenían todo el acceso y la posibilidad de acudir a los mejores hospitales. De igual forma, en la novela es visible que las personas pertenecientes a clases acomodadas o media-alta, estigmatizan a los campesinos e indígenas y los menosprecian por ser de estratos sociales bajos:
Lito tuvo que decirle al mandador que echara a una mujer que estaba muy tranquila comiendo con sus hijos debajo del amate. Es increíble el atrevimiento de esas gentes.
-Sí- dice Celia-, no se puede con ellas, las pobres están acostumbradas a vivir como animales y todo lo arruinan y lo ensucian (Alegría, 1997, pág. 76).
Por otra parte, se evidencia el fenómeno de la subalternidad en las mujeres, pues el Estado y el hombre ejercen su poder y autoridad sobre estas, despojándolas de derechos y capacidades. En primer lugar, es notable la invisibilización de estas en el aspecto de la política, puesto que no son tomadas en cuenta para la construcción del Estado ni poseen el derecho al voto en elecciones políticas. Cabe señalar que esta limitación aplica para todas las mujeres, sea de clases altas o bajas: «-Las mujeres no votamos en El Salvador- dijo-. Cuando los hombres empiezan a discutir de política, nosotras cerramos los oídos y pensamos en cosas más importantes. A propósito- se levantó- ya la cena está lista» (Alegría, 1997, pág. 48).
Asimismo, es perceptible la subalternidad femenina en la esfera privada, esto es, dentro del matrimonio. En este tipo de subordinación los hombres ejercen el dominio sobre las mujeres y les imponen roles, a través de los cuales se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de estas, creando así una situación de desigualdad estructural. Prácticamente, a las mujeres no se les permitía gozar de una igualdad de oportunidades y derechos. En tal sentido, la historia de la novela se desarrolla en una sociedad machista y patriarcal que practica un conjunto de actitudes, creencias, valores y conductas que consideran al hombre superior a la mujer:
Por supuesto el crochet es obligatorio y las salsas francesas. Nuestras madres nos enseñan a preparar cuatro o cinco platos exquisitos, pero nunca la cocina de todos los días. Aprendemos a conducirnos como si fuésemos hechas de vidrio, incapaces de inclinarnos a recoger un papel del suelo.
-Los futuros maridos- prosiguió- encuentran eso adorable hasta poco después del matrimonio. Entonces comienzan a darse cuenta de que una no es misteriosa, sino simplemente sosa. Ellos han sido educados en otra atmósfera, en un mundo masculino, activo (Alegría, 1997, pág. 119).
Como es notable, existen reglas establecidas por la sociedad, las cuales discriminan y violentan los derechos y facultades de las mujeres. Además, el sistema construye el imaginario de la mujer como «sexo débil», en donde la mujer debe permanecer en casa y dedicarse únicamente a tareas del hogar. Igualmente, para ellas el acceso a la educación era muy escaso, limitándolas a actividades domésticas y al cuidado de su esposo e hijos: «se siente prisionera de este pueblo infeliz, necesita otro campo de acción para expresarse. Parece resignada a seguir aquí en Santa Ana, haciendo el papel, demasiado limitado para ella, de esposa de médico, madre ejemplar y buen cristiana» (Alegría, 1997, pág. 116). Notoriamente, existe una relación jerárquica entre el hombre y la mujer, puesto que la figura femenina es relegada, sobajada y prácticamente se le niega el uso de la palabra y se subyuga su presencia ante el hombre. Al respecto, el personaje de Alegría, «Carmen», también es víctima de una relación subalterna, dado que su esposo «Paul», simplemente la mira como esposa y no como un ser humano que merece ser valorado:
(…) me ve como si fuese una muñeca de la cual él cree saber todas las reacciones. Si me viese más como a un ser humano, puede ser que algo se salvara de nuestro matrimonio. Muchas veces me he hecho el propósito de ser una buena esposa, de seguir los consejos del «Ladies Home Journal». Cuando llego de la oficina lo recibo con la sonrisa ancha. Lo ayudo a quitarse el saco, le llevo las pantuflas me intereso por la bolsa. Ni siquiera nota mi esfuerzo. Reacciona como siempre: me contesta con monosílabos, se hunde en su sillón y esconde el rostro detrás de su periódico. ¿Qué nos queda para salvar? (Alegría, 1997, pág. 80).
Otro tipo de subalternidad es palpable en el ámbito militar, puesto que son notorias las relaciones entre dominantes y dominados, en las que militares de rangos inferiores son sometidos al mando de sus superiores. En la novela se evidencia la siguiente relación subalterna:
El soldado titubeó: ya parecía que iba a ceder cuando se acercó un sargento.
-Vos sabes cuáles son tus órdenes- lo clavó con la mirada-. Nadie sale de aquí hasta que el general no termine su discurso (Alegría, 1997, pág. 169).
Entonces, hasta aquí es verídico que los sujetos subalternos en la novela son los campesinos, indígenas y las mujeres, dado que son estos grupos los que en las distintas relaciones sociales carecen de voz y se les niega muchos de sus derechos. En este marco, los campesinos eran maltratados y menospreciados por los de la clase alta y los militares, por el simple hecho de pertenecer a la clase trabajadora:
(…) dos guardias trajeron a un campesino. Tenía las manos atadas por detrás con un cordel alrededor de los pulgares. Se quedó allí, parado, con la cabeza gacha, mirándose los pies desnudos. El coronel se le acercó y le habló, pero él no dijo nada, siguió mirando hacia abajo. El coronel le volvió a hablar con una voz violenta. El preso lo miró y le contestó con un monosílabo. El coronel le golpeó y volvió a hablarle iracundo (Alegría, 1997, pág. 37).
Notablemente, el campesinado es un grupo de personas sujetas a la marginación, explotación o a diversas formas de injusticias. De igual manera, los indígenas forman parte de los sujetos subalternos, ya que también son excluidos y segregados por las clases favorecidas: «Carretas tiradas por bueyes llenas de sacos de café, mujeres descalzas llevando sobre sus cabezas, cántaros de agua y canastos; burros flacuchos casi invisibles bajo sus enormes cargas de pasto fresco, indios con cacaxtles o haces de leña» (Alegría, 1997, pág. 101). Conviene señalar, que la clase dominante obtenía ganancias de la explotación de los indígenas y campesinos, pues tras el despojo de sus tierras, fueron convertidos en jornaleros agrícolas, donde trabajaban en condiciones precarias y recibían salarios bajos.
Agregado a lo anterior, la escritora exhibe en su novela otro sujeto subalterno, este es, la mujer. Cabe enfatizar que la mujer es un ser subalterno tanto en la vida pública como en la privada (familiar), dado que se desenvuelve en una sociedad que practica una cultura patriarcal, en la que el sistema es regido únicamente por hombres. En el ámbito socio-político la mujer no posee voz ni voto, o sea que está sujeta a las normativas impuestas por el hombre y no tiene derecho a participar en cuestiones políticas, únicamente a actividades del hogar. En cuanto al aspecto conyugal, la mujer debe someterse a la autoridad de su esposo, respetarlo, serle fiel y cuidar la familia. En tal sentido, Bautista Hernández (2015) manifiesta que el hombre es visto como una figura de autoridad y de respeto, la cual marca los límites dentro del hogar y otorga una posición a la mujer, misma que ella asume mediante normas. A manera de ejemplificación, se expone a continuación un fragmento de la obra en estudio:
-Debe ser muy difícil para ti, pero yo viví todo eso a su lado y se lo que sufrió. Había tantas cosas. Cuando tu mamá estaba esperando a Neto se dio cuenta de que Alfonso la engañaba. Nació el niño y ella puso en él todo su amor, su devoción. (Alegría, 1997, pág. 141).
Conviene aclarar, que la protagonista de la novela «Isabel de Rojas» no es la única mujer que vive bajo la presión de la sociedad machista y en una relación subalterna con su esposo, sino que también «Eugenia», quien le cuenta a «Carmen» sobre las infidelidades y maltratos de su esposo:
-Tu mamá quiso perdonar a Alfonso, pero nunca pudo. A mí, en cambio –encoge los hombros-, las infidelidades de Ricardo no me afectaron tanto. Al principio me dio mucha rabia y sufrí, pero después me pasó, ya no me importaba. No soy de las que tengo tanto aguante para sufrir.
-Si esa hubiera sido la única vez- prosigue-, yo lo habría perdonado. Pero no fue así, Carmen; lo hizo una y otra vez más. Mientras la escucho, un incómodo nudo de rabia crece en mi garganta; rabia hacia papá, hacia ella también, por abrumarme con sus quejas (Alegría, 1997, pág. 141).
Por su parte, «Carmen», la hija de la protagonista, al leer el diario de Frank, que su madre le dejó, le hace reflexionar sobre su relación con su esposo «Paul» y expresa que a pesar que su madre la envió desde joven a vivir a los Estados Unidos, se siente vacía, atada, sin libertad, confundida, y siente que en la sociedad la mujer tiene muchas desventajas ante el hombre, con respecto a oportunidades:
Hay otras puertas en el mundo además de la de Washington y la de Paul. Podría abrirlas, podría llevarme a mis hijos a México y trabajar. Lo he pensado muchas veces, he dado vueltas como una ardilla enjaulada, alrededor de la idea. (…) Sigo caminando sonámbula. «Para un hombre es distinto», me digo. «Es más fácil para un hombre abrir puertas» (Alegría, 1997, pág. 145).
También, Carmen manifiesta que se siente hueca, siente lástima por sí misma, y que no lleva una vida placentera en su matrimonio, pues no se siente valorada por su esposo a pesar de ser una esposa abnegada:
Lo que transluce en mis páginas es lastima a mí misma. ¿Por qué lástima? ¿Estoy vacía por dentro, es que solo tengo una delgada y larguísima queja por la injusticia de que Carmen no es lo que imaginó ser? Desprecio a Paul porque le falta pasión. (Alegría, 1997, pág. 145).
Al mismo tiempo, Carmen expone que está cansada de cumplir el rol de esposa entregada, de la vida rutinaria como ama de casa, y de ver que su esposo ejerce con orgullo las etiquetas de burócrata, marido y padre. Es decir, que Carmen como mujer experimenta una subordinación, ya que se siente presionada a soportar todo por ser mujer, a la que limitan y minimizan a tareas cotidianas o domésticas y a cumplir únicamente el papel de esposa y madre:
A Paul le gustan sus etiquetas (burócrata, marido, padre). Me irrita con su postura absurda en los tres papeles. Sin embargo, siempre que me dirijo a él, lo hago automáticamente dentro de mi papel de esposa abnegada, de madre de sus hijos. Es un diálogo asquerosamente falso. ¿Quién es Paul? ¿Quién es Carmen? ¿Qué tendrían que decirse si dejaran a un lado sus papeles? (Alegría, 1997, pág. 116).
Las evidencias anteriores afirman que la familia es una de las instituciones básicas del patriarcado, puesto que es el espacio principal en el que es practicado. En este contexto, es de suma importancia explicar que la condición de las mujeres campesinas e indígenas era peor, ya que estas eran doblemente subalternas, primero por pertenecer a clases bajas y luego por ser mujeres. Relacionado a lo anterior, es evidente el ejercicio de la hegemonía dentro de la sociedad que representa la novela. La hegemonía consiste en un sistema construido por la clase alta o dominante, con el objetivo de consolidar el poder.
De este modo, notamos que en la obra de Alegría, es el Estado (élite, oligarquía, militarismo, entre otros) el principal ente que ejerce su hegemonía sobre los campesinos, indígenas y mujeres, dado que tienen en sus manos el poder, la autoridad y las riquezas del país: «Poco a poco me fui dando cuenta que los barones forman un grupo de cafetaleros inmensamente ricos que controlan el país entre bastidores» (Alegría, 1997, pág. 46). En efecto, el Estado construye un sistema político, económico y social afín a sus intereses y además, fija condiciones e impone severas normativas a quienes intenten sublevarse o incumplir tales reglamentos. Así se observa, en el siguiente fragmento, en el cual el personaje «Eduardo» le advierte a «Farabundo Martí» que los oligarcas cafetaleros y los militares reaccionarán con violencia ante las rebeliones de los campesinos:
No te olvides, Farabundo –le interrumpió Eduardo- que los cafetaleros y militares no están con los brazos cruzados. Ha habido varias reuniones secretas en Santa Ana. Estoy seguro que planean un cuartelazo.
- ¡Ya sé!, ¡ya sé! –gesticuló Martí impaciente-. Con seguridad que la oligarquía va a reaccionar. Habrá represión y violencia (Alegría, 1997, pág. 104).
Entonces, el Estado líder dicta la política interna a la población, es decir, ejerce una relación de dominio o supremacía sobre los pobladores y se adjudica la potestad de castigar o aniquilar a cualquier subalterno que intente romper tal política. Dentro de la novela, es el ejército el principal encargado de sancionar o reprimir cualquier tipo de desobediencia o alzamiento: «-Están pasando cosas monstruosas Frank- le temblaba la voz-. El ejército y la guardia civil persiguen en jaurías a los campesinos y los cazan como animales salvajes (Alegría, 1997, pág. 163).
De manera similar, el hombre ejerce hegemonía sobre la mujer en el ámbito familiar o conyugal. Es evidente la relación de dominio o superioridad que el hombre ejerce sobre la mujer, pues, en primer lugar, determina la división de roles de género, en donde la mujer únicamente debe ocuparse a labores del hogar y al cuido de la familia. Asimismo, el hombre limita la participación de la mujer en espacios de toma de decisiones y de oportunidades:
¿Quién sería yo si no llevase conmigo mis etiquetas de esposa y madre? En las mañanas, cuando llamo a los niños para el desayuno suena mi voz con timbre de madre. Por las tardes, cuando llega Paul de la oficina, me oigo hablándole con ese tono insípido y azucarado de heroína de televisión en un melodrama doméstico (Alegría, 1997, pág. 148).
Asimismo, la hegemonía es notable en las ideologías impuestas por el sistema machista o patriarcal, es decir que tal sistema establece las maneras de pensar, actuar y comportarse de las mujeres. Uno de los mandatos del patriarcado es que la mujer debe casarse y luego tener hijos, significa que para la sociedad es totalmente incorrecto que una mujer se embarace antes de contraer matrimonio, ya que es considerado indebido y una falta a la moral: «- ¿Ya supiste? Dicen que la hija de la Josefa se casó en mal estado, que bien se le echaba de ver la barriga bajo el traje de novia» (Alegría, 1997, pág. 85). Como se evidencia, existe una presión social que juzga a las mujeres que se saltan las reglas establecidas por la sociedad.
De igual forma, es notorio que el hombre adquiere mayores libertades, oportunidades, derechos (vota en elecciones políticas), acceso a la educación y lleva una vida activa. Por el contario, la mujer se somete a una serie de valores hegemónicos, tales como: la obediencia al esposo, fidelidad, autoridad del marido; debe ser buena esposa, sufrir infidelidades y maltratos por parte del esposo, no tiene oportunidades, no tiene libertades como el hombre, no tiene derecho al placer ni a ser feliz. Evidentemente, se priorizan los derechos y necesidades del hombre y se ocultan los de la mujer:
Mis pensamientos apuntaron a Isabel, a lo que me había contado de su niñez en este pueblo, de su matrimonio, de sus preocupaciones como madre, de sus sospechas de que Alfonso le había sido infiel mientras ella esperaba un hijo.
No lo quiere -me dije-, sigue casada con él por sus hijos; ya encontré la clave de su tristeza, de su resignación (Alegría, 1997, pág. 122).
4.2 Despertar político y sexual: conciencia de la subalternidad y resistencia
Ahora bien, como parte del proceso de la subalternidad se encuentra un punto en el que un sujeto subalterno, descubre y comprende que forma parte de los grupos subalternos, es decir, toma conciencia de la subalternidad. En primer lugar, es de suma importancia aclarar que los campesinos e indígenas son personajes referenciales dentro de la novela, pues solo se mencionan en el diario de Frank, o sea que están filtrados y no tienen voz, sino que otro los representa. Al respecto, se observa que, tras años de maltratos, explotaciones y opresiones, los campesinos e indígenas toman conciencia y deciden organizarse para reclamar beneficios y cambios:
Nuestros campesinos empiezan a darse cuenta que pueden imponerse por medio de la organización, que pueden exigir un cambio en la estructura social del país. El primero de mayo pasado, por ejemplo, ochenta mil campesinos vinieron de todo el país a la manifestación que hubo en San Salvador (Alegría, 1997, pág. 104).
Por su parte, las mujeres también experimentan un despertar, dado que la protagonista «Isabel» reflexiona sobre su condición de vida como mujer en una sociedad machista y procura sacar de esa red a sus hijos, sobre todo a su hija «Carmen», ya que comprende que tiene derecho a elegir su propio destino, sin que nadie tenga que hacerlo por ella:
Yo creo que es este reducido e intolerable mundo el que tiene la culpa -dijo-. Veo a Carmen crecer aquí y me angustio pensando que va a caer en la misma red estúpida, insípida, convencional, que me atrapó a mí. Es este pueblo que hace que todas sus mujeres actúen de acuerdo a un patrón. ¿Y Alfredo? Si se queda, probablemente va a aprender a beber, a ser un donjuán. Tengo que hacer algo, lo que sea, para sacar a mis hijos de este ambiente. Debo darles lo que yo nunca tuve: la oportunidad de elegir su camino (Alegría, 1997, pág. 120).
Además, la protagonista de la novela, comprende que la mujer no debe estar limitada a una vida rutinaria y reconoce que en la sociedad solo los hombres tienen derecho a ser libres, a las aventuras y a ser feliz, y que por lo tanto es necesario un cambio en ese modelo de vida. Eso significa que experimenta una maduración ideológica y sexual, pues poco a poco explora su intimidad:
-La vida tiene que ser algo más que este pequeño círculo aburrido de actividades que se repiten, se repite interminablemente. Un hombre como usted es libre, puede darse el gusto, sentir el hormigueo de la aventura, pero una mujer -levantó un hombro con tristeza (Alegría, 1997, pág. 98).
Se vuelve necesario destacar que «Carmen» la hija de «Isabel», al leer el diario se redescubre y comprende que no es feliz en su matrimonio, que su vida es monótona, puesto que realiza las mismas actividades domésticas todos los días y que vive su sufrimiento a solas, pues no tiene con quien desahogarse. Entonces, ella toma conciencia y comprende que es un sujeto subalterno a su esposo y a la sociedad machista: «pensándolo bien mi vida es parecida a la de mamá y quizá peor. No tengo hermanas, ni siquiera una amiga íntima con quien desahogarme. Todos los días hacer las camas, pasar la aspiradora, lavar platos, cocinar» (Alegría, 1997, pág. 34).
En el proceso de toma de conciencia de la subalternidad dentro de la novela, es evidente que «Frank» concientiza a «Isabel» y le explica las razones por las cuales debe escapar de la opresión de su matrimonio y de la sociedad. Prácticamente, Alegría a través de sus personajes plantea implícitamente una propuesta o manera de salir de esa subalternidad e insta a armarse de valor y atreverse a realizar un cambio de vida, dejando de lado las normas erigidas por la sociedad:
(…) te falta valor, no te atreves a dar el salto. Eres mujer, eres débil. Las mujeres por regla general son conservadoras, cobardes, prefieren marchitarse a arrancar de cuajo sus raíces y trasplantarse en suelo desconocido. Es tu problema, Isabel, naciste mujer en Santa Ana. Todo lo que tienes que hacer es dejarla atrás. ¿Cómo no puedes entenderlo mi amor? (Alegría, 1997, pág. 150).
El último paso del proceso de la subalternidad, es la resistencia, en la que el sujeto subalterno lucha contra la opresión y discriminación. En el caso de los campesinos e indígenas de la novela, el medio de resistencia fue la organización y el levantamiento armado: «Obviamente no eran bandidos; sin duda se trataba del levantamiento que profetizó Eduardo» (Alegría, 1997, pág. 155). Es decir, que la estrategia utilizada por el campesinado fue el alzamiento en armas, aunque lamentablemente horas después fueron capturados por los militares: «bandas de campesinos atacaron Izalco y otros pueblos cercanos y lograron ocuparlos; los recapturamos todos ayer. Cuatro horas estuvimos peleando en las calles» (Alegría, 1997, pág. 161).
En lo concerniente a la subalternidad femenina, el medio de resistencia que Isabel emplea es la infidelidad a su esposo. Ella deja de lado las normas de la sociedad machista, y busca el placer sexual y la felicidad con Frank, algo que no ha logrado obtener con su esposo. Efectivamente, Isabel fue capaz de constituir su subjetividad y de alcanzar el placer como derecho: «Cuando la conduje hacia la cama, me siguió dócil. Más tarde después de la entrega, del egoísta abrazo, del éxtasis, mientras acariciaba mi espalda con sus dedos, repetía a media voz, memorizaba la frase: -Te quiero, Frank, te quiero» (Alegría, 1997, pág. 128). Otra estrategia de resistencia que emplea Isabel es que al morir le deja el diario íntimo de Frank a su hija, Carmen, posiblemente para que conociera la opresión que vivió con su padre y en la sociedad y para que ella reflexionara sobre su vida como mujer.
4.3 Factores contextuales que explican la subalternidad desde la ficción novelesca de Claribel Alegría
La novela en cuestión se recrea principalmente en El Salvador, país donde la sociedad claramente está divida en clases sociales. La historia se desarrolla en un contexto de represiones, injusticias y violencia hacia las clases bajas (campesinos e indígenas). Tras la independencia de 1821, la situación económica y social de estos grupos se caracterizó por una constante decadencia de sus condiciones de vida. Posteriormente, los gobiernos de la segunda mitad del siglo XIX propiciaron la creación de un sistema económico desigual que hizo posible el surgimiento de una oligarquía cafetalera, vinculada a la producción y exportación del café, y de una especie de proletariado rural de indígenas y campesinos que perdieron sus parcelas para ser apropiadas por los grandes terratenientes cafetaleros. La oligarquía (clase dominante) obtenía ganancias de la explotación de campesinos e indígenas convertidos en jornaleros agrícolas, quienes recibían bajos salarios y trabajaban en precarias condiciones:
El ganado que acabamos de dejar atrás, camino al matadero, no es de las gentes que los guían, ni siquiera son de ellos las carretas, o los bueyes. Don Jaime Domínguez es el dueño; viven de su finca. Todo lo que ve, con excepción de la grava, las líneas de teléfono, y este auto, está exactamente igual desde hace doscientos años. Nuestro pueblo vive en el siglo dieciocho y no en el veinte (Alegría, 1997, pág. 102).
En la segunda década del siglo XX, la crisis capitalista mundial, que tuvo su epicentro en los Estados Unidos, provocó el desplome de los precios internacionales del café, lo que se tradujo en una caída de los salarios en el campo y un aumento del desempleo rural. La Gran Depresión o crisis de 1929, fue una crisis financiera mundial que se extendió hasta la década de 1930: «Profetizó el inminente y total colapso del capitalismo en todo el mundo y me advirtió, (…) pronto leería en los periódicos sobre la derrota de los oligarcas salvadoreños y el triunfo de los campesinos y obreros» (Alegría, 1997, pág. 103).
También, Alegría menciona en su obra el derrocamiento del presidente Arturo Araujo el cual fue propiciado por el entonces vicepresidente Gral. Maximiliano Hernández Martínez. Dicho golpe de Estado ocurrió el 2 de diciembre de 1931, tras 9 meses de iniciada su presidencia: «el golpe fue organizado por el general Martínez, que era hasta ayer vicepresidente, además de jefe mayor del ejército. Le aseguro que dentro de pocos días será declarado presidente» (Alegría, 1997, pág. 107). Tras la destitución de Araujo, se instala en el poder el Gral. Martínez e inaugura un régimen dictatorial, extendido hasta 1944:
-así fue como el Gral. Martínez se asentó en el poder por doce años. Tan inofensivo que parecía el indito.
-Era teósofo, Carmencita- se dirige a mí el doctor Selva-, no mataba ni una cucaracha, pero con la gente es distinto (Alegría, 1997, pág. 83).
Es importante resaltar que, durante el gobierno de Hernández Martínez, conocido coloquialmente como el «Martinato», fueron las clases bajas las directamente afectadas por las políticas implantadas y por la desigualdad socioeconómica en los estratos de la población. Ante tales motivos, a inicios de 1932, los campesinos e indígenas deciden levantarse contra el gobierno y atacaron las instalaciones militares de occidente. Desafortunadamente, el resultado fue una respuesta militar del Gral. Martínez quien ordenó la ejecución de los alzados, en el cual se estima que fueron aproximadamente 25 000 indígenas y campesinos los masacrados. Alegría, aborda en su novela dicho levantamiento campesino: «Los rimeros de cadáveres formaban una masa enmarañada que protegía los camiones. El último grupo de campesinos que intentó lanzarse sobre las ametralladoras, cayó despedazado sobre los cuerpos de sus compañeros muertos y heridos» (Alegría, 1997, pág. 171).
Asimismo, la escritora exhibe el factor contextual que explica la subalternidad de las mujeres en una sociedad machista. Presenta una sociedad regida por un sistema patriarcal, el cual es transmitido de generación en generación, en el que las mujeres están sujetas a normas, prejuicios y miedos. Así se observa en el siguiente fragmento extraído de la obra:
Isabel es un producto de su ambiente. No es solo que Santa Ana sea un pequeño rincón del infierno; se trata de algo más importante, del hecho de que sus fundadores trajeron con ellos la semilla de miedos inmemoriales, de prejuicios endémicos, que se transmiten por la sangre, que se absorben con la leche materna. El individuo brota aquí, no cabe duda. Alfonso, por ejemplo, es como todos los españoles ferozmente individualistas, los hombres que he conocido aquí llevan su propia excentricidad como la señal de Caín, proclamándola sobre su frente. Al lado de eso, quizá debido a eso, hay una tremenda rigidez de formas, un decoro y una puntillosidad para cumplir las normas sociales, que linda con el bushido japonés. Desde la cuna el individuo tiene libertad para desarrollar una dimensión de su ego (…). Pero al mismo tiempo su lado social está supervigilado. Desde muy temprano es podado, recortado asiduamente por un padre autoritario, una madre sumisa y miedosa, una iglesia de tijeras grandes que amenaza con el fuego y la condena, una casta de tías, tíos, abuelos, maestros, curas y otros guardianes de la moral de pueblo chico (Alegría, 1997, pág. 150).
En efecto, la protagonista de la historia es un sujeto subalterno, ya que está sometida a una diversidad de ideologías machistas, las cuales son divulgadas e impuestas por los aparatos ideológicos del Estado como: la escuela, la iglesia, la familia, la política, lo jurídico, medios de comunicación, entre otros. Todos estos son instrumentos que representan al Estado, es decir que reproducen el discurso estatal o dominante y promueven la represión a las clases bajas y a las mujeres.
Tras la realización del estudio de la novela Cenizas de Izalco de Claribel Alegría, se plantea que la autora a través de sus personajes, representa de diferentes maneras el fenómeno de la subalternidad. En primer lugar, se constató que la escritora presenta la dura realidad que vivieron los campesinos e indígenas de El Salvador en la época de 1932, pues estos eran subordinados, oprimidos y explotados por parte de la clase dominante (Estado, oligarquía, militares). En segundo lugar, es evidente que Alegría proyecta la subalternidad de las mujeres tanto en el ámbito público (político-social), como en el privado (matrimonial). En el primer caso, la mujer es marginada en las cuestiones políticas, ya que no tiene derecho al sufragio ni es tomada en cuenta en la construcción del Estado. En cuanto al ámbito conyugal, la mujer es sujeto subalterno, ya que está regida por las normas impuestas por el sistema patriarcal, en el que el hombre ejerce el dominio y la autoridad sobre la mujer. Es decir que el Estado y el hombre encarnan valores hegemónicos sobre los grupos oprimidos en este caso sobre los campesinos, indígenas y las mujeres. En última instancia, son notorias las relaciones subalternas en el ámbito militar, pues se evidencia el sometimiento de militares de rangos inferiores a los de categorías superiores.
En lo referente a los factores contextuales que explican la subalternidad desde la ficción de la novela se ha podido comprobar que la autora refleja la realidad que se vivía entonces en El Salvador. Cabe señalar que existe una diversidad de factores políticos, sociales, económicos, religiosos, etc., los cuales dan lugar a las relaciones subalternas, en las que un grupo busca ejercer el poder y dominio sobre otro. Los factores contextuales más destacados en la novela son: el sistema capitalista, la desigualdad social y económica (división de clases sociales), el militarismo «Martinato», el régimen político, el sistema patriarcal, los aparatos ideológicos (la iglesia, la educación, la familia), entre otros.
Las afirmaciones anteriores sugieren que Alegría en su obra exhibe las maneras en que los sujetos subalternos experimentan la subordinación y cómo toman conciencia y se resisten a tales opresiones y maltratos. Asimismo, en el aspecto de la subalternidad de la mujer, la autora mediante sus personajes plantea de manera implícita un modelo de conquista de la libertad femenina, brinda alternativas para que la mujer deje de ser subalterna y para que pueda reconfigurarse a través de la conciencia sexual y política, es decir, la experimentación de un doble despertar. La novela representa un llamado a la mujer a superar la subalternidad y a dejar de ser vista solo como objeto o reproductora e insta a que por medio de la resistencia se constituya sujeto.
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