Insalubridad y hacinamiento en mesones: El Salvador 1917-1965

Unhealthiness and overcrowding in inns: El Salvador 1917-1965

Fecha de recepción: 22 de enero de 2024

Fecha de aprobación: 1 de marzo de 2024

Ricardo Antonio Córdova Lemus1

cl15011@ues.edu.sv

Universidad de El Salvador

ORCID: 0000-0002-9758-4422

Resumen

El tema de la vivienda en San Salvador ha sido discutido de manera pertinaz desde las primeras décadas del siglo XX; hacen referencia a ello, a través de los rotativos de mediados de ese siglo, se identifica un tema recurrente, el de las condiciones deplorables en que vivían las clases subalternas, los obreros y por qué no decirlo, cierto sector de las incipientes clases medias. Dado que, la oferta de vivienda para estos sectores –durante dicho período– estaba prácticamente abandonada por el Estado, fue la iniciativa privada quién suplió la demanda, por medio de soluciones prácticas como los mesones. Por medio de los recuerdos de las personas que los habitaban, pueden identificarse las condiciones de vida en esos espacios. Y aunque la insalubridad y el hacinamiento estaban presentes, para muchos de ellos eso fue parte de su cotidianidad sin que se identificara como inadecuados o negativos. Una manera de identificar las condiciones reales en las que se vivía en los mesones es a través de los recuerdos y la memoria.

Palabras clave: hacinamiento, higiene, memoria, mesón, vivienda..

Abstract

The issue of housing in San Salvador has been persistently discussed since the first decades of the 20th century; refer to it, through the newspapers of the middle of that century a recurring theme is identified, that of the deplorable conditions in which the subaltern classes lived, the workers and, why not say it, a certain sector of the incipient middle classes. Given that the housing supply for these sectors –during said period– was practically abandoned by the State, it was private initiative that met the demand, through practical solutions such as inns. Through the memories of the people who lived there, the living conditions in those spaces can be identified. And although unhealthiness and overcrowding were present, for many of them that was part of their daily lives without being identified as inadequate or negative. One way to identify the real conditions in which people lived in the inns is through memories and memory.

Keywords: housing, hygiene, inn, memory, overcrowding.

  1. Introducción

La problemática habitacional en los mesones de San Salvador ha sido un tema recurrente por muchos años en la sociedad salvadoreña, basta con leer los principales rotativos que circulaban en el país a mediados del siglo XX. En ellos se hacía constante referencia a los mesones que, desde las primeras décadas, constituían la vivienda de los obreros y sectores subalternos. Se destacan en esos artículos, temas como los abusos por parte de los caseros, los altos pagos por renta, el estado deficiente de las edificaciones, las condiciones de insalubridad y hacinamiento en que la gente los habitaba. También se señalaban los abusos al trasladar los costos del exceso de agua a los inquilinos, cuando la única persona habilitada para usar la pila era la lavandera, que en muchos casos era impuesta por el mismo mesonero2. Muy recurrente era el racionamiento del agua, que obligaba a la gente a bañarse solamente una vez por semana y los cortes del servicio eran una medida de presión para el pago del alquiler.

En este trabajo se recopilan las vivencias de tres personas que han habitado en un mesón durante alguna etapa de su vida; se ha puesto especial interés en el lenguaje que utilizan y en lo que significó para ellos la vivencia en un mesón. Las vivencias han sido obtenidas con el relato en un ejercicio de memoria, sin perder de vista que esta, es múltiple y se transforma a medida que es actualizada por aquellos grupos que participan en ella3.

Tales vivencias fueron recogidas por medio de entrevistas, cuyo objetivo principal es la comprensión del ser humano, siguiendo los planteamientos de María Lafuente,4 indagando principalmente lo que hay de recuerdo sobre su vivencia en el mesón. Para ello se utiliza la hermenéutica, es decir, un análisis estructural y de significados de lo que nos relatan. Cabe agregar que, con las preguntas hechas a los entrevistados, se observarán aspectos comunes sobre temas específicos; es decir, cómo cada uno recuerda la pieza de mesón donde vivía, sus características físicas en cuanto a dimensiones, materiales y servicios. En este proceso se encontrará que cada uno recuerda, de manera propia los sucesos –memoria individual– y la suma de esas memorias individuales vendrá a constituir la memoria colectiva. Por otra parte, se tratará de hacer una identificación de los elementos externos de los individuos, por medio de la prosopografía; es decir, los grupos sociales a los que pertenecen, la familia, los estudios, el ingreso económico, trabajo, sindicatos, etc. Es necesario recordar que, todos los individuos están insertos en un grupo social, en otras palabras, lo que pasa en el medio individual está sumido en un medio social.

Aquí los recuerdos son de vital importancia y como se podrá constatar, los individuos tienen recuerdos que traerán al presente por medio del relato. Será necesario analizar la memoria de lo real y al mismo tiempo encontrar cómo se construye la representación de esta; conviene aclarar que, el acto de recordar es un proceso de reminiscencia, de evocación, que Ricoeur define como el advenimiento actual de un recuerdo5. Esta investigación retoma los conceptos de Altman y Stokols, en lo referente al problema del hacinamiento, el primero afirmaba que el espacio personal es usado como mecanismo para regular los niveles de privacidad e intimidad deseados por los individuos; Stokols por su parte, hizo una distinción entre densidad y el «sentimiento subjetivo del hacinamiento»6, al que también llamó aglomeración. Se explica que la densidad es una medida, un índice que relaciona la cantidad de personas con la superficie que habitan, es decir, un número de personas por metro cuadrado de construcción (Pers. / Mt2). Dicho índice, al ser una cantidad, lo califica como un dato objetivo, pero afirma que el hecho de que sea alta no es condición necesaria para que haya hacinamiento. Stokols extiende su explicación al afirmar que, el hacinamiento es una combinación de alta densidad con ciertos factores personales y sociales que se hacen más sensibles cuando la presión por el uso de los espacios comunes se incrementa.

Dado que, algunos de los individuos hicieron del mesón su lugar de vivienda y trabajo al mismo tiempo, habrá que establecer la pertinencia de ubicarlos como espacios de memoria; incluso si el mesón ya no existe, pero aún les trae recuerdos, podría identificarse como un espacio o lugares de memoria, de acuerdo con lo planteado por Pierre Nora, dichos lugares se construyen por la colectividad para rememorar un fenómeno, en ellos hay marcos sociales, temporales y espaciales7. En el aspecto de las subjetividades, estas podrán observarse en la manera que el individuo exprese sus recuerdos en cuanto a sensaciones como confort, incomodidad, insalubridad, hacinamiento.

Una manera diferente de hacer historia para el caso particular, enfocada desde abajo, es utilizando la Historia Oral; para obtener memorias y recuerdos a través de los testimonios en los que las subjetividades aparecen en cada relato. Esto ayuda a acercarse más a las experiencias de vida en los mesones, desde los protagonistas. No se hace necesario que el investigador haya vivido en carne propia las realidades observadas, puede perfectamente hacer uso del análisis sistemático del relato; en esto reside la utilidad de la Historia Oral.

  1. El Mesón en El Salvador, concepto y aproximación a sus orígenes

La casa, esa necesidad suprema del hombre, convertida en objeto de lucro, en manera ilícita de atesorar dinero, es señal de codicia infinita y el mesón, caricatura siniestra y mortal de la casa

Alberto Masferrer

De acuerdo con Claudia López Maier, el mesón es un producto urbano que surge como una estructura establecida en las zonas de la ciudad que van perdiendo su valor residencial, estas se deterioran y las antiguas residencias se convierten en mesones. Para ella, los mesones se ubican como un cinturón de vivienda de alta densidad rodeando los centros de mayor movilidad comercial de la ciudad, y por encima de otros tipos de vivienda popular. Esta goza de una gran ventaja, su ubicación cerca de los centros comerciales, de trabajo y la oportunidad que eso significa para la población de captar mayores ingresos, además de la economía en gastos de transporte8. Otros autores como Juan Manuel Murillo, explican que el mesón es el equivalente salvadoreño del «palomar» guatemalteco, del «patio» de vecindad mexicano o del «conventillo» suramericano, y puede definirse como una vivienda colectiva, sin servicios individuales que generalmente consta de uno o dos cuartos por familia, desarrollados alrededor de un patio central para usos múltiples de servicios y/o un corredor que da acceso a las habitaciones y que funciona como área social y de servicios de cada vivienda9.

Para Harth, en El Salvador, los mesones se suelen encontrar en los centros antiguos de las ciudades principales y en su forma actual parecen originarse a comienzos del siglo XX.10 Sin embargo, de acuerdo con José Cal, el cronista norteamericano George Washington Montgomery evidenciaba la existencia de ellos en San Salvador, alrededor del primer tercio del siglo XIX. Cal comenta que, Montgomery al buscar un hotel en el que pudiese quedarse al llegar a San Salvador fue a preguntar a una de las tiendas cercanas dónde podía encontrar uno. El dependiente encogiéndose de hombros le dijo que cerca, sólo había un mesón donde podría alojarse; Montgomery en su relato, describe este lugar como húmedo y con piso de barro, una habitación sombría y al ver que ese mesón era el hospedaje habitual de arrieros y sus bestias, decidió hacer uso de sus cartas de recomendación para quedarse en la casa de un ciudadano francés11.

José Cal afirma que, la anterior es una referencia a uno de los varios mesones que, a mediados del siglo XIX, había en la ciudad de San Salvador,12 lo cual puede interpretarse como un intento de ubicar el surgimiento de estos en dicha ciudad, medio siglo antes de lo planteado por Hart; sin embargo, para sustentarlo con rigor histórico, se hace necesario un uso exhaustivo de fuentes documentales. Cabe agregar que, para esta investigación se utilizará el concepto de mesón que se establece en el Decreto Ejecutivo N.° 188, del 23 de junio de 1961, publicado en el Diario Oficial, en donde se encuentra la interpretación auténtica de la palabra mesón, dado que en la práctica surgieron dudas y dificultades para definirla y calificarla; provocando contradictorias interpretaciones por parte de los tribunales encargados de aplicar la ley, se hizo necesario dictar una interpretación auténtica y un concepto legal de dicha palabra.

…se conceptúa como mesón, toda casa, sea cual fuere su nominación o calificación científica o vulgar, que tenga por lo menos cuatro piezas destinadas especialmente para ser arrendada o subarrendadas separadamente a grupos familiares o a individuos y cuyos servicios accesorios o dependencias, sean comunes. No se considerarán mesones a las llamadas casas de familias o casas de pupilos13.

Pese a que no puede ubicarse con certeza el origen del mesón salvadoreño, algo que si puede evidenciarse –al inicio del siglo XX– es un aumento de los mesones en San Salvador; cuando paralelo al incipiente crecimiento poblacional y al surgimiento de nuevos actores sociales como los artesanos y los obreros; se daba un movimiento de las élites hacia los suburbios, habilitando sus antiguas casas para una nueva oportunidad de negocio, el alquiler de habitaciones. Al respecto, Baires y Lungo expresan que en El Diario del Pueblo, en 1929, se escribía un artículo en donde se expresaba que ser dueño de una casa de alquiler para gente de la clase trabajadora, era una de las mejores inversiones, mejor que poseer fincas y haciendas, especialmente porque estas últimas requieren una inversión y esfuerzo considerable antes de dar cualquier ganancia14.

Por otro lado, se identifica cierta concepción del mesón –al menos en el caso de Óscar Vargas, uno de los entrevistados– como un sitio de tránsito; respecto a ello, Torres Rivas asevera que el mesón es un subsistema sociocultural, donde se vive provisionalmente durante un periodo de la vida y constituye un subproducto del desarrollo contradictorio del país, que sirve de asiento a una subcultura estable15.Para Herrera Morán e Ignacio Martín–Baró, la hipótesis que el mesón es un sitio de tránsito, parece ambigua. La transitoriedad, las más de las veces, se va prolongando y cuando mucho, el cambio implica el paso de un mesón a otro.

Ellos afirman que, un buen porcentaje de los inquilinos toma el mesón como un simple sitio a dónde ir a dormir y donde proteger sus propiedades, y entre las propiedades estarían en primer término la mujer y los hijos. Es común que los habitantes del mesón se refieran a su pueblo o lugar de origen –no al mesón– como su punto de vinculación social16. Es plausible mencionar que, las redes familiares que suceden al interior de los mesones dan pie a esa ambigüedad de la que los autores hablaban; ya que muchos de ellos son habitados por los miembros de la misma familia, por lo cual, existe un punto de vinculación social, que en estos casos se origina por lazos familiares.

La situación de Antonia Aguirre –otra entrevistada– parece coincidir en lo que Herrera y Martín–Baró exponían sobre la cuestión del punto de vinculación social17. Ella no consideraba al mesón como un lugar de sociabilidad, de acuerdo con sus declaraciones, siempre fue apartada y no le gustaba andar visitando a nadie, hacía sus cosas, su oficio a modo de no estar revuelta con los vecinos18; pero en el caso de los otros dos entrevistados, la presencia de diferentes miembros de la familia en el mismo mesón, es el hecho que origina su llegada al mismo.

Figura 1.

Gráfico, Gráfico de barras

Descripción generada automáticamente

Nota. Para 1930, se registró en San Salvador más de 500 mesones. Foto: Daniel Chávez.

Para Herrera Morán y Martín–Baró, el convencimiento y la expectativa que el mesón no es más que un «para mientras»19, deja ver la ilusión que el cambio real es posible y asequible. Pero aseguran que, se trata de una ilusión funcional para el sistema, ya que mantiene la enajenación de estos grupos sociales, que no se interrogan sobre los factores reales que le obligan a vivir en esa situación deplorable. La expectativa de cambio, el convencimiento sobre la transitoriedad del mesón oculta su carácter de necesidad para el sistema de explotación social que lo genera; además de justificar y estimular, el sometimiento de los individuos y familias a las presiones grupales, tanto del mesón, como de la sociedad más amplia; que se ve como el comportamiento necesario para el esperado progreso social ascendente20: en otras palabras, lo ven como un sacrificio necesario para lograr sus metas.

  1. Problemática habitacional y la gente que habita los mesones

Para el periodo estudiado, el problema habitacional se incrementó debido a variadas razones, entre ellas, el crecimiento demográfico, las condiciones socioeconómicas, las migraciones internas y también las catástrofes naturales que azotaron al país. Es necesario decir que, entre 1917 y 1965, dos intensos terremotos dejaron destrucción en la infraestructura de las ciudades, empeorando por supuesto, a las ya deficientes edificaciones en que se hallaban los mesones. Muchos autores sostienen que, el problema habitacional se incrementó por el factor demográfico, pero no era el único; los aspectos socioeconómicos como el desarrollo industrial y la agricultura pensada para la exportación, provocaron en buena medida el fenómeno de la migración interna hacia las ciudades, en especial hacia San Salvador.

De acuerdo con lo anterior, puede inferirse que la migración interna –hacia la capital– aumentó la demanda de vivienda, cuestión que fue vista como una oportunidad de negocio para las élites que estaban cambiando de lugar de residencia. Estos mismos autores agregan que, esto tenía como consecuencia que las condiciones de vida de los trabajadores urbanos fueron deplorables, puesto que las rentas eran elevadas y estaban fuera de su alcance. Si a este problema se le agrega la inflación, la mora en los pagos de salarios y la inexistencia de legislación que regulara precios de alquiler, se puede entender que la situación del inquilino era por demás agobiante; sin embargo, la oportunidad de vivir en la capital significaba para muchos, una esperanza de mejores condiciones de vida, sin dejar de ser una situación difícil. Un entrevistado, expresó lo siguiente:

En la capital era todo diferente, las calles estaban iluminadas, había rótulos por todos lados […] había otras comidas… El problema de vivir en el campo era el abandono, ya que no había hospitales, escuelas y todo lo demás que uno encontraba en la ciudad y eso hacía que uno al llegar de la ciudad al cantón entusiasmara a familiares y amigos para que se fueran a vivir también a la capital21.

En este sentido, es importante hacer notar, que el problema de los mesones no era específico de San Salvador; aunque la cifra de familias afectadas era en la capital la más elevada en términos absolutos, según Harth, el porcentaje de familias del sector popular –no el total de la población– que vivía en mesones era del 63 % en San Miguel, del 77 % en Santa Ana y del 85 % en Sonsonate; lo que significaba que, en esas ciudades, el sector popular no tenía casi alternativa, que la de vivir en un mesón22. Para el caso particular de Antonia Aguirre, llegar a trabajar a San Salvador no fue por necesidad ni por obligación, el simple hecho que el Dr. José Santos Morales –un rico profesional de Talnique– se las pidiera a su mamá para que se fueran a trabajar con él, fue razón suficiente. Antonia tenía apenas 15 años, cuando un buen día de 1947, se mudó junto a sus hermanas Marina y María Elena, a la colonia Flor Blanca de la capital, para trabajar como empleadas domésticas en la residencia del Dr. Morales. Cuando las hijas del Dr. Morales crecieron, la familia decidió prescindir de algunos de sus empleados y fue así como Antonia quedó cesante y tuvo que buscar trabajo en otra parte. Cabe resaltar que, no regresó a su pueblo, sino que se quedó en la capital, según sus propias palabras porque ya estaban acostumbradas a andar «choleriando»23 y definitivamente, la capital les presentaba más y mejores oportunidades para ello.

Es así como luego de algún tiempo, Antonia consiguió trabajar en Santa Tecla, en la Farmacia Esmeralda, propiedad de una familia italiana de apellido Sini. En este nuevo empleo, su madre llegaba a ayudarles ocasionalmente con los quehaceres del trabajo, hasta que un día enfermó y en breve, murió; esta infortunada situación las obligó a regresar al pueblo pues había que cuidar a su padre. Como Antonia estaba ya acostumbrada a la vida en la capital, no pasó mucho tiempo cuando le dijo a su hermana que se regresaría a San Salvador, pues ya no quería estar así; ella cuenta que fue la época en que conoció a su primer marido, un carpintero que trabajaba en San Salvador y al acompañarse con él, se mudó a su pieza. Ese sería el primer contacto de Antonia con un mesón24, el mesón Montenegro, en Santa Anita, al sur oriente de la capital.

Óscar Vargas también vivió en un mesón, él comenta que su primer contacto con este fue junto a su abuela, cuando apenas tenía 4 años. Óscar fue el producto de una relación prohibida entre su madre y el hijo del patrón. Quien lo crió en su primera infancia, básicamente fue su abuela materna y fue ella quien para esconderlo de su abuelo paterno –quien aparentemente no lo aceptaba– se lo llevó repentina y de manera oculta hacia la casa de su tía Julia, que era una pieza del mesón La Llave, ubicado en el barrio San Miguelito de la ciudad de Santa Ana; todo esto mientras la situación se apaciguaba25. Agregó que, más adelante su madre lo llevó a dormir a unos apartamentos –en la misma ciudad, que en realidad era un mesón, sólo que mejor construido– pero que el resto del día, al regresar de la escuela, lo pasaba con su tía en el mesón La Llave.

Reina Cortez Flores, hija de un mecánico automotriz y una ama de casa, recuerda que vivió en un mesón desde la edad de 4 años. Allí casi todos los inquilinos eran miembros de su familia. Su madre le cuenta que se mudaron porque en el mismo lugar vivían sus hermanas, su mamá y una tía. En otras palabras, eran tres generaciones de la misma familia, compartiendo espacio y habitando cada grupo familiar una pieza. Diferentes han sido las causas por las que personas han habitado un mesón, a veces por una urgencia, a veces por vínculos familiares y otras por opción particular con el fin de independizarse e iniciar una nueva vida; lo que puede señalarse como un factor común es que todos sus inquilinos fueron parte de grupos obreros y de clases subalternas, gente pobre proveniente del mundo rural o de ciudades del interior del país. Oscar Vargas recuerda a sus vecinos de La Llave como gente sencilla, obrera, vendedoras y vendedores, gente que trabajaba en empleos informales o en su pieza como costureras o sastres:

Había una doña que trabajaba en el mercado, en venta de verduras, habían trabajadores de oficina, por cierto uno que era el más catrín, se empató con una de las vecinas, una de las más bonitas […] la más famosa era la tortillera, todo mundo llegaba a comprar y sólo esa tortillería había […] el esposo de la tía Julia repartía productos en un pick up que tenía en la calle […] otro trabajaba en una cuestión de curtir cueros […] y para las temporadas de cortas de café, el mesón se quedaba solo26.

Antonia Aguirre tenía una vecina llamada Anita, que vendía en el barrio Modelo, –cerca de la entrada del zoológico– manjar blanco, arroz en leche y atol de piñuela, siempre le avisaba, niña Toñitaaa, ¡ya está el arroz en leche! Reina Cortez recuerda a una muchacha que vivía a la par, era esposa de un policía y otra señora que no trabajaba, hacía chocobananos y los vendía en el mismo mesón.

  1. Insalubridad y hacinamiento en los mesones

Como se ha mencionado anteriormente, la problemática de la vivienda en San Salvador fue atendida –de manera parcial– esto condujo a otra serie de problemas como el de la insalubridad y el hacinamiento. Al respecto se deben analizar las condiciones físicas de las paredes, pisos y techos de estas edificaciones; así como la infraestructura de servicios que en ellas existen. Respecto a la primera condición, puede afirmarse que, al existir grietas, huecos o diferentes tipos de rajaduras, la proliferación de insectos y otras plagas será inminente y consecuentemente se estará expuesto a variedad de enfermedades.

Por otra parte, la inadecuada iluminación natural, así como la poca o nula ventilación, serían otras causantes de males similares. En cuanto a la segunda condición, puede afirmarse que, las instalaciones sanitarias y duchas de uso comunitario, representaban un medio potencial para el contagio de padecimientos infectocontagiosos; además como se podrá observar, el uso de letrinas ha sido una práctica permanente en los mesones del período que comprende esta investigación, lo cual lleva a otra preocupación, la contaminación de mantos freáticos. En marzo de 1948, El Diario de Hoy señalaba haber dicho muchas veces, que las familias de nuestros trabajadores vivían en asquerosas e inmundas habitaciones27; en el mismo rotativo y en el mismo mes, se publicó que próximamente se procedería a la demolición de unos viejísimos mesones insalubres28.

Una de las particularidades de la experiencia de vivir en un mesón eran las condiciones de salubridad dentro de las piezas, baños, lavaderos, patios y demás espacios. Oscar Vargas, relata que ir a defecar o a ducharse era dificultoso; había que hacer cola para usar las letrinas o había que levantarse de madrugada antes que los demás vecinos para bañarse, era parte del ritual diario, mismo que se llevaba a cabo en un lugar fétido en dónde los gusanos, las cucarachas, el olor a creolina –utilizada como desinfectante– y trozos de papel periódico colgados en un alambre, eran parte de la decoración interior.

Según López Maier, el problema sanitario que más afectaba al mesón es el de la contaminación del ambiente: las paredes, pisos y techos agrietados servían de escondrijos y de criaderos a insectos transmisores de enfermedades que causan infecciones intestinales y cutáneas; una sola ventana en la pieza hacía que la mala iluminación y ventilación provocara afecciones respiratorias y contagiosas, como la tuberculosis, el sarampión, la tosferina y la tifoidea. Además, el uso general de sanitarios y duchas podría causar la transmisión de infecciones bacterianas como urinarias, tricocéfalos, oscuro y áscaris29.

Antonia Aguirre comentó que la basura la recogían y la tiraban en el río que pasaba cerca y que los baños no eran de lavar sino de fosa. Ella recuerda que eran 12 cuartos y sólo había 3 inodoros de fosa, una ducha y una pila, como no pasaba el tren de aseo, tiraban la basura en el arenal de Santa Anita. Aunque para Reina Cortez, pese a que también en el mesón en que vivió, los inodoros eran de fosa, los inquilinos tenían buenos hábitos de higiene; para ella el problema principal era el de la basura, pues el tren de aseo no pasaba cerca y parte de ella se acumulaba en una zona parcialmente aislada, pero dentro del mesón.

Óscar Vargas narra que, en cierta ocasión, hicieron mejoras de infraestructura y cambiaron los servicios sanitarios, pero que no cambió la falta de higiene, ya que pusieron inodoros de lavar de china y había gente que no los ocupaba y se hacía afuera30. Se considera que el uso común de inodoros de fosa, en la mayoría de los mesones, originó otro problema, el de la contaminación de mantos freáticos que ocasionaron sin duda algunas enfermedades gastrointestinales. De acuerdo con los relatos de los vecinos, en los mesones –como regla común– había dos inodoros, una pila y una o dos duchas para solventar la demanda de al menos 12 piezas. Muchos optaron por levantarse muy temprano en la mañana, otros se iban a trabajar sin bañarse; y en la mayoría de los casos, las discusiones por el uso de esos servicios estaban a la orden del día.

De lo anterior, se infiere que, por las restricciones en el uso del agua y la falta de un número adecuado de duchas, se limitaba en gran medida, la práctica adecuada de los hábitos de higiene personal, provocando nuevos riesgos, de enfermedades cutáneas y proliferación de ácaros en ropa mal lavada. Si las condiciones de insalubridad permeaban la cotidianidad del mesón, también había otras, que afectaban la salud mental de los inquilinos, específicamente se habla del hacinamiento.

El hacinamiento en espacios reducidos –tal es el caso de los mesones– trae consigo ausencia de privacidad que podría manifestarse en diversos problemas de conducta, tanto en adultos como en niños; puede afirmarse que, tanto la salud física, como la salud mental estaban en constante riesgo y tendían a deteriorarse progresivamente. En ese sentido, desde la psicología social, la proxémica analiza el comportamiento referido al espacio, es decir, en qué medida el factor espacial condiciona el comportamiento humano y cómo las personas utilizan el espacio para regular su interacción. Altman considera que, el espacio personal es usado como mecanismo para regular los niveles de privacidad e intimidad deseados por los individuos31.

Stokols sostiene que, al analizar la relación entre individuos y espacio, conviene distinguir entre densidad y aglomeración o hacinamiento. La densidad es una medida objetiva que indica el promedio de personas por espacio físico; la alta densidad constituye una condición necesaria, pero no suficiente, para la experiencia subjetiva del hacinamiento32. De acuerdo con Stokols, el hacinamiento surge al juntarse una determinada densidad con ciertos factores personales y sociales, que sensibilizan sobre las limitaciones del espacio habitado; por tal razón el hacinamiento no sólo debe entenderse como la aglomeración de personas que habitan un espacio pequeño, también, deben incorporarse los inconvenientes y roces entre vecinos, que resultan de las presiones en cuanto al uso de los espacios comunes como inodoros, duchas y pilas.

Con base en las narraciones de inquilinos de mesones, en cada pieza de mesón, vivían numerosas personas, a veces más de seis familiares; en algunos casos eran parejas de diferentes edades, también –en repetidas ocasiones– había gente viviendo sola. Por todo lo anterior, puede pensarse que el problema del hacinamiento no era generalizado. Reina Cortez Flores, describió las áreas de servicios comunes del mesón en que ella creció:

Sólo había un barril y un lavadero pequeño, entonces mi mamá decía que había que levantarse temprano a bañarse o lavar ropa en la noche y evitar peleas. Mi mamá, como entrábamos tipo 7:00 a. m., al colegio, nos levantaba como a las 5:30 a. m., y como estaba oscuro nos bañaba en la pila […] Sólo había un baño y ese si se llenaba, mi papá se levantaba temprano, el problema era de las 6:30 a.m., a las 7:00 a. m33.

Reina relata que, en su pieza, de aproximadamente 16 m2, vivían 5 personas, sólo había una ventana pequeña que permanecía cerrada porque se metían los zancudos, tenía vidrios, pero no se podían abrir, por lo que no ventilaba nada. Menciona que, habitar el mesón tenía ventajas, pues se vivía con muchos familiares, pero que a la vez había mucho conflicto, por cuestiones de envidia y chismes. Por su parte, Óscar Vargas cuenta que, había familias grandes que se acomodaban en cuartos de aproximadamente 16 m2, pero lo que a él realmente le incomodaba era la falta de intimidad:

Eso sí, todos dormían en el mismo cuarto, los separaban con divisiones de madera con papel periódico o con una cortinita y oías todos los ruidos… todos los gemidos del papá y la mamá34.

Pese a que, las condiciones de higiene y salubridad no eran adecuadas y la aglomeración o hacinamiento era latente, los entrevistados tienen recuerdos agradables de su vida en el mesón; por ejemplo, Antonia Aguirre relató que como estaba recién acompañada con su marido, ella se sentía bien, aunque estuviera aguantando hambre y que después, al tener familia, se acomodó al sistema de vida y los quehaceres. Reina Cortez comentó que, fue feliz en su niñez y que haber vivido en un mesón significó para ella, una bella etapa. Ella y su hermano podían visitar a la abuela en cualquier momento pues vivían rodeados de familiares; pasaba jugando con sus primas y andaban en triciclo por los pasillos.

Similar recuerdo tiene Óscar Vargas, quien expresó que pasaba jugando capirucho con sus primos y que cuando su tío los castigaba, a él lo ponían a vigilar y a que avisara cuando era el mejor momento de seguir haciendo travesuras. Lo anterior, puede evidenciar la existencia de redes al interior del mesón, ya que, en el caso particular de Reina y Óscar, varias piezas de los mesones que habitaron, las ocupaban miembros de la misma familia; llevándose a cabo redes de tipo familiar en las que la cotidianidad se hacía notar a través del convivio no sólo al interior de una pieza, sino entre varias. Es de hacer notar que, buena parte de los recuerdos de la vida en los mesones de los entrevistados son positivos, en contraste con los aspectos de falta de higiene y hacinamiento de los que se refirieron, que los percibieron como negativos, pero como parte de su cotidianidad. En cuanto a las incomodidades y discusiones a la hora de usar los servicios comunitarios, todos coincidieron que era cuestión de tener paciencia y seguir estrategias; de esa manera evitaban los conflictos.

  1. Consideraciones finales

En esta investigación se ha hecho una aproximación al origen de los mesones en El Salvador, además de indagar cómo y quiénes los fueron habitando. Lo abordado acerca del origen, no puede demostrar un lugar ni una fecha exacta, que se apegue al rigor histórico; a pesar que existe al menos una fuente documental –la del cronista G. W. Montgomery– que lo ubica en la ciudad capital en 1838; así que se hace necesaria la búsqueda de otros documentos que validen con mayor fuerza este argumento.

Por otra parte, es necesario señalar que entre el concepto de mesón en la época de Montgomery y el de principios del siglo XX, aunque parecen espacios de uso diferente, existe una coincidencia. El primero se entiende como una habitación ofrecida a viajeros y sus bestias de carga para pasar la noche y luego seguir su camino; mientras que, en el segundo, a la habitación se le daba un uso transitorio en un principio, pero que al paso del tiempo se volvió permanente. En ambos casos aparece la transitoriedad, pero en el mesón del siglo XX, puede aplicarse lo planteado por Herrera y Martín–Baró, sobre que el convencimiento que vivir en un mesón era un sacrificio transitorio, que se justificaba por la búsqueda del anhelado progreso y por ende, había que esperar por él; siendo esa espera precisamente la que volvió su uso permanente.

Un aspecto que puede sustentarse de mejor manera, tanto desde artículos de periódicos de la época como también desde investigaciones previas, ha sido el aumento de los mesones en San Salvador a inicios del siglo XX, cuando paralelo al incipiente crecimiento poblacional y al surgimiento de nuevos actores sociales como los artesanos y los obreros; se daba un movimiento de las élites hacia los suburbios, habilitando sus antiguas casas para una nueva oportunidad de negocio, el alquiler de habitaciones. Esto puede afirmar que, fue el sector particular quien suplió en mayor medida, la demanda de vivienda de estos sectores.

Por otra parte, se identifica que el problema habitacional se incrementó –durante el período de la investigación– debido a varias razones: el crecimiento demográfico, las condiciones socioeconómicas, las migraciones internas y también las catástrofes naturales que azotaron al país. Es necesario decir que, entre 1917 y 1965, dos intensos terremotos dejaron destrucción en la infraestructura de las ciudades, empeorando por supuesto a las ya deficientes edificaciones en que se hallaban los mesones. Además, el tema de las migraciones campo-ciudad merece especial atención, ya que aumentó la demanda de vivienda en las ciudades, situación que no fue exclusiva de San Salvador sino también de Santa Ana, San Miguel y Sonsonate; más importante aún es el señalamiento de Hart, sobre los porcentajes del uso de los mesones en ellas, en el que se revela que, en esas ciudades, el sector popular no tenía casi alternativa que la de vivir en un mesón.

Finalmente, puede decirse que, por medio de los recuerdos a través del relato oral de personas que han narrado su experiencia, se ha logrado identificar la manera en que transcurría la vida cotidiana en los mesones bajo condiciones de insalubridad y convivencia comunitaria que no siempre era feliz, también se vivía en el conflicto. Se observó que, quienes habitaron un mesón en alguna etapa de su vida, aceptaron como parte de su cotidianidad, las condiciones muchas veces antihigiénicas y de hacinamiento que prevalecían en ellos; sin identificarlas como negativas totalmente. Esta subjetividad se justifica basándose en las explicaciones que Herrera Morán y Martín-Baró hacen respecto a la transitoriedad hacia un futuro mejor, como ya se ha explicado párrafos atrás.

Asimismo, la existencia de redes familiares fue un fenómeno común, tal como lo registran los relatos, en los que se entiende mejor cuando los entrevistados comentan que varias de las piezas eran habitadas por familiares y tal como lo decía uno de ellos, que cuando visitaban el pueblo de procedencia y contaban cómo era la vida en la ciudad: la iluminación, los rótulos, la comida y más cosas que no existían en el campo, los motivaban a vivir en la ciudad.

Referencias

Entrevistas

Entrevista a Reina Cortez, mayo de 2019, San Salvador, por Ricardo A. Córdova.

Entrevista a Oscar Vargas, mayo de 2019, San Salvador, por Ricardo A. Córdova.

Libros

Altman, I. The environment and social behavior. Edited by Brooks and Cole. Monterrey, CA., 1975.

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Hemerografía

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  1. 1 Arquitecto por la Universidad Albert Einstein, docente en la Universidad Dr. José Matías Delgado; ambas de San Salvador y graduado de la Licenciatura en Historia por la Universidad de El Salvador.

  2. 2 Juan Jule Valencia, «Ley de inquilinato grava la situación de los inquilinos», nota periodística, El Diario de Hoy (San Salvador), 2 de abril 1948, 12.

  3. 3 Maurice Halbwachs, «Fragmentos de la memoria colectiva», Athenea Digital, N.° 2 (2002): 1-11, Revista de Cultura Psicológica, Año 1, N.°1, México, UNAM-Facultad de psicología, 1991.

  4. 4 María Avelina Lafuente, «Introducción al pensamiento de Paul Ricoeur», Thémata. Revista de filosofía, N.°19 (1998): 4.

  5. 5 Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (Argentina: Fondo de Cultura Económica, 2000), 46.

  6. 6 El énfasis es del autor.

  7. 7 Pierre Nora, «Entre memoria e historia: La problemática de los lugares», Módulo virtual: Memorias de la violencia. www.cholonautas.edu.pe.

  8. 8 Claudia López Maier, «La perspectiva del mesón. Una contribución a la estabilidad», (Tesis para optar al grado de arquitecta en Universidad Albert Einstein El Salvador, 1984), 9.

  9. 9 J. M. Murillo Salinas, «Los tipos de vivienda predominante en la ciudad de San Salvador y sus alrededores», Revista de Estudios Centroamericanos ECA (1974): 381.

  10. 10 A Harth Deneke, «La vivienda popular urbana en El Salvador», ed. FUNDASAL (San Salvador: FUN- DASAL, 1976), 160.

  11. 11 George Montgomery, Narrative of a journey to Guatemala in Central America in 1838 (New York: J.P. Wright, 1839), 100.

  12. 12 Ramón D. Rivas, Los Mesones. Encrucijada de la vivienda informal. Cultura de los marginados., ed. Tecnoimpresos S.A de C.V. (San Salvador: Universidad Tecnológica de El Salvador, 2017), 16.

  13. 13 Diario Oficial de El Salvador. Tomo N.°191, Número 116. San Salvador, miércoles 28 de junio de 1961. P.5578-5588.

  14. 14 Sonia Baires and Mario Lungo, «San Salvador (1880-1930): La lenta consolidación de la capital salvadoreña», ANUARIO 7 (1981): 79.

  15. 15 Edelberto Torres Rivas, «Familia y Juventud en El Salvador», in Estudios sobre la juventud marginal latinoamericana, ed. Gurrieri (México: Siglo XXI, 1971),.

  16. 16 Aida Herrera Morán and Ignacio Martín-Baró, «Ley y orden en la vida del Mesón» Revista de Estudios Centroamericanos ECA (1981): 825.

  17. 17 El énfasis es de los autores.

  18. 18 Entrevista a Antonia Aguirre. Código SV.MNS.AnAg.1. Pág.12

  19. 19 El énfasis es de los autores.

  20. 20 Herrera Morán and Martín-Baró, «Ley y orden en la vida del Mesón», 826.

  21. 21 Rivas, Los Mesones. Encrucijada de la vivienda informal. Cultura de los marginados., 36-37.

  22. 22 Herrera Morán and Martín-Baró, «Ley y orden en la vida del Mesón», 803-04.

  23. 23 El énfasis es de la entrevistada.

  24. 24 Entrevista a Antonia Aguirre. Código SV.MNS.AnAg.1. Pg.1 - 7.

  25. 25 Entrevista a Oscar Vargas. Código SV.MNS.OV.1. Pg. 1-2.

  26. 26 Entrevista a Oscar Vargas. Código SV.MNS.OV.1. Pág. 10.

  27. 27 Modesto Rebollo, «Por el mejoramiento salvadoreño». El Diario de Hoy (San Salvador), 6 de marzo de 1948, 8-9.

  28. 28 Desconocido, «Demolición de unos mesones viejísimos». El Diario de Hoy (San Salvador), 25 de marzo de 1948, 3.

  29. 29 López Maier, «La perspectiva del mesón. Una contribución a la estabilidad», 14.

  30. 30 Entrevista a Oscar Vargas. Código SV.MNS.OV.1. Pág. 15.

  31. 31 I. Altman, The environment and social behavior., ed. Brooks and Cole. (Monterrey, CA., 1975).

  32. 32 D. Stokols, «On the distinction between density and crowding: Some implications for future research», Psychological Review 79 (1972): 275-77.

  33. 33 Entrevista a Reina Cortez. Código SV.MNS.Rei .1. Pág.4.

  34. 34 Entrevista a Oscar Vargas. Código SV.MNS.OV.1. Pág. 8.