Religiosidad, resistencia y sincretismo cultural en las provincias de Sonsonate y San Salvador

la visión del arzobispo Pedro Cortés y Larraz, 1768-1769

Autores/as

  • Carlos Gregorio López Bernal Universidad de El Salvador

Palabras clave:

Religiosidad, Sincretismo cultural

Resumen

Los datos y observaciones recogidos por el arzobispo Cortés y Larraz en su visita pastoral por las provincias de Sonsonate y San Salvador sirven como punto de partida para este artículo. Agudo observador, Cortés y Larraz fue capaz de percibir no solo las contradicciones entre los diferentes grupos sociales, sino que se acercó a sus causas, cuya raíz era la imposibilidad de realizar las dos repúblicas», situación ideal perseguida en la legislación colonial, que suponía separara los indígenas de españoles y castas, para preservarlos de las «malas influencias».

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Biografía del autor/a

Carlos Gregorio López Bernal, Universidad de El Salvador

Docente de la Licenciatura en Historia

Citas

Para 1770 la población tributaria de Guatemala era de 61,256 y entre Sonsonate y San Salvador sumaban 15,531. Hacia 1798, la Gaceta de Guatemala, señalaba que la Alcaldía Mayor San Salvador, tenía una población de 69,836 ladinos y españoles (la gran mayoría eran ladinos) y 66,515 indios. Juan Carlos Solórzano. Los años finales de la dominación española (1750-1810). En Historia General de Centroamérica. (Madrid, FLACSO,

Editorial Siruela, 1993). Tomo 3, cap. 1, pág. 21.

"En las tierras buenas y pueblos fértiles, que entran los ladinos, se acaban los indios en muy breve, de que es testimonio toda la provincia de San Salvador, en que como llevo dicho puede ser que no haya indios aún por la décima parte. Se atribuye a varios motivos, pero entre ellos temo que se ahuyentan los indios a los montes por librarse de los perjuicios, engaños y robos con que los perjudican y aniquilan los ladinos." Pedro Cortés y Larraz.

Descripción geográfico-moral de la Diócesis de Goathemala. (Guatemala, Biblioteca "Goathemala" de la Sociedad de Geografia e Historia de Guatemala, vol. XX, Tipografia Nacional, 1958), Tomo I, pág. 150. Sobre las formas de ocupación de las tierras usadas por los ladinos, véase: David Browning. El Salvador, la tierra y el hombre. (San Salvador, Dirección de Publicaciones, Ministerio de Cultura, edición en español, 1987), pág. 219.

Los pajuides eran aldeas, estancias o rancherías dispersas y aisladas de los pueblos. Esta circunstancia los hacía propensos para ser lugares de refugio para aquellos que huían de los pueblos por haber cometido alguna falta, o simplemente para tener acceso a tierras de cultivo.

Se respeta la manera como los toponímicos son registrados por Cortés y Larraz

Cortés y Larraz. Op.Cit. Tomo I, pág. 66.

Idem, Tomo I, pág. 78.

Una interpretación sumamente interesante de la visión de mundo de Cortés y Larraz, y su alegoría del "teatro de monstruos", como una metáfora de la degeneración de la diócesis de Guatemala, aparece en Leonardo Hernández. La muerte, la danza y la magia: Prácticas culturales, cultura urbana y rural en El Salvador del siglo XVIII, según la visita pastoral del Arzobispo Cortés y Larraz. Revista Repositorio, III época, # 1, junio 2003.

Cortés y Larraz. Op. Cit, pág, 78. Los escoteros eran trabajadores que se quedaban algún tiempo en la hacienda y luego se iban para otra. Podría decirse que eran desarraigados. Es por eso que su modo de vida preocupaba a Cortés, pues no estaban sujetos a controles de las autoridades. Sin embargo, eran bienvenidos por los hacendados, casi siempre escasos de labradores.

En 1740 el Alcalde Mayor de San Salvador informaba que los obrajes de añil existentes entre San Salvador, San Vicente y San Miguel sumaban 618. Gustavo Palma Murga. Economía y sociedad en Centroamérica (1680-1750). En Historia General de Centroamérica. (Madrid, FLACSO, Editorial Siruela, 1993), Tomo 2, cpa. 4, pág. 258. Cortés refiere que el cura de Dolores Izalco, Sonsonate, denunció al Alcalde Mayor porque obligaba a los indios a trabajar en los obrajes

En la colonia al "vivir en despoblado", se contrapuso el "vivir en policía"; ya en el siglo XIX, la legislación obligaba a los alcaldes a "reducir a poblado" a todos aquellos que habitaban en lugares alejados y que las autoridades consideraban propensos al vicio, la vagancia y el delito. Véase, David Browning. Op. Cit. Págs. 215-225; y Carlos Gregorio López Bernal. La centralización del poder en el departamento de San Vicente

(1850-1870), Ponencia presentada en el VII Congreso Centroamericano de Historia, julio de 2004.

"...a los indios no les da cuidado alguno, de que se sepan sus vicios, embriagueces, deshonestidades, etc. Pero en tocándoles puntos de idolatría, son capaces de cualquier atentado para no ser descubiertos; por lo que rarísimo cura dirá cosa alguna de sus idolatrías en particular, sino cuando más que tienen supersticiones y abusos." Cortés

y Larraz, Op. Cit. Tomo I, p, 82.

Idem, Tomo I, pág. 83. Según los testimonios de los religiosos estas prácticas eran muy comunes. El cura de Texaquangos — que Cortés reputa de eclesiástico hábil y de mucho juicio —, le confió: "que en muchos pueblos de visita, que así se llaman los anexos a las cabeceras, que los indios sacristanes con los idólatras de los pueblos, sacan de noche los sagrados ornamentos y van a las cuevas y quebradas, a celebrar sus ceremonias de idolatría y vuelven antes que amanezca con mucho disimulo a la sacristía los ornamentos, y que este es un daño, o sin remedio, o con remedio muy dificultoso; puesto sólo se hay el de poner un sacerdote en cada pueblo." Idem, pág. 120.

Idem. Tomo I, Pág. 83. Zompopero es la madriguera de ciertas hormigas.

David Browning. Op. Cit. Págs. 114-116. Aldo Lauria señala que para el siglo XVIII el añil había sustituido al cacao; de las 540 estancias registradas por Cortés y Larraz, casi dos tercios cultivaban añil. Aldo Lauria Santiago. An agrarian republic. Comercial agriculture and the politics of peasant communities in El Salvador 1823-1914. (University of Pittsburgh Press, 1999), pág. 20.

Cortés y Larraz. Op. Cit. Tomo I, págs. 101-102. En otras reflexiones, hechas después de ver el relajamiento moral reinante entre los españoles, Cortés señala: "Si alguna cosa han aprendido (los indios) de los españoles, es esta treta de mudar los nombres y fingirse de otras partes, porque aquí el aragonés es andaluz, el castellano es gallego." Idem, pág. 1

Idem, Tomo I, pág. 102.

Hernández considera que cuando Cortés y Larraz habla en su fábula de "un bosque lleno de fieras" hace alusión directa al nahualismo, creencia ampliamente esparcida en Mesoamérica. Leonardo Hernández. Op. Cit.

Cortés y Larraz. Op, Cit. Tomo I, Pág. 102. Sobre los medios que usaban los indios para reconocer su nahual, refiere que el cura de Tequtxistlan le contó que ellos rodeaban el jacal del recién nacido con ceniza "y hasta que ven en ésta vestigio de algún animal, no los llevan a ser bautizados; en viendo algún vestigio lo ofrecen al animal y los llaman de su nombre y dicho animal es después su nahual." 'den«. pág. 103.

Idem, Tomo I, pág. 109. Que la regla normara la vida conventual, no implicaba que todos sus preceptos fueran acatados. Antonio Rubidal dice que en los conventos agustinos del siglo XVII, "era común ver a numerosos hombres laicos de todos los grupos sociales que llegaban a tratar los más diversos asuntos." Sin embargo, señala que la entrada de mujeres estaba prohibida, aunque algunos monjes acostumbraban visitarlas en sus casas u otros

lugares de vida social. Es lógico que a Cortés le molestó el poco cuidado y la "naturalidad" con que en San Salvador

se aceptaba la entrada de las mujeres a los conventos, sobre todo por la vida licenciosa de la ciudad. Véase: Antonio Rubial. Pobreza, castidad y obediencia. La vida cotidiana en los conventos agustinos del siglo XVII. En Historias, N° 34, abril, septiembre de 1995, pág. 46.

Idem. Tomo I, Pág. 99.

Idem. Tomo I, Pág. 83. Zompopero es la madriguera de ciertas hormigas.

David Browning. Op. Cit. Págs. 114-116. Aldo Lauria señala que para el siglo XVIII el añil había sustituido al cacao; de las 540 estancias registradas por Cortés y Larraz, casi dos tercios cultivaban añil. Aldo Lauria Santiago. An agrarian republic. Comercial agriculture and the politics of peasant communities in El Salvador 1823-1914. (University of Pittsburgh Press, 1999), pág. 20.

Cortés y Larraz. Op. Cit. Tomo I, págs. 101-102. En otras reflexiones, hechas después de ver el relajamiento moral reinante entre los españoles, Cortés señala: "Si alguna cosa han aprendido (los indios) de los españoles, es esta treta de mudar los nombres y fingirse de otras partes, porque aquí el aragonés es andaluz, el castellano es gallego." Idem, pág. 1

Idem, Tomo I, pág. 102.

Hernández considera que cuando Cortés y Larraz habla en su fábula de "un bosque lleno de fieras" hace alusión directa al nahualismo, creencia ampliamente esparcida en Mesoamérica. Leonardo Hernández. Op. Cit.

Cortés y Larraz. Op, Cit. Tomo I, Pág. 102. Sobre los medios que usaban los indios para reconocer su nahual, refiere que el cura de Tequtxistlan le contó que ellos rodeaban el jacal del recién nacido con ceniza "y hasta que ven en ésta vestigio de algún animal, no los llevan a ser bautizados; en viendo algún vestigio lo ofrecen al animal y los llaman de su nombre y dicho animal es después su nahual." 'den«. pág. 103.

Idem, Tomo I, pág. 109. Que la regla normara la vida conventual, no implicaba que todos sus preceptos fueran acatados. Antonio Rubidal dice que en los conventos agustinos del siglo XVII, "era común ver a numerosos hombres laicos de todos los grupos sociales que llegaban a tratar los más diversos asuntos." Sin embargo, señala que la entrada de mujeres estaba prohibida, aunque algunos monjes acostumbraban visitarlas en sus casas u otros

lugares de vida social. Es lógico que a Cortés le molestó el poco cuidado y la "naturalidad" con que en San Salvador

se aceptaba la entrada de las mujeres a los conventos, sobre todo por la vida licenciosa de la ciudad. Véase: Antonio Rubial. Pobreza, castidad y obediencia. La vida cotidiana en los conventos agustinos del siglo XVII. En Historias, N° 34, abril, septiembre de 1995, pág. 46.

Idem. Tomo I, Pág. 99.

Idem. Tomo I, Pág. 83. Zompopero es la madriguera de ciertas hormigas.

David Browning. Op. Cit. Págs. 114-116. Aldo Lauria señala que para el siglo XVIII el añil había sustituido al cacao; de las 540 estancias registradas por Cortés y Larraz, casi dos tercios cultivaban añil. Aldo Lauria Santiago. An agrarian republic. Comercial agriculture and the politics of peasant communities in El Salvador 1823-1914. (University of Pittsburgh Press, 1999), pág. 20.

Cortés y Larraz. Op. Cit. Tomo I, págs. 101-102. En otras reflexiones, hechas después de ver el relajamiento moral reinante entre los españoles, Cortés señala: "Si alguna cosa han aprendido (los indios) de los españoles, es esta treta de mudar los nombres y fingirse de otras partes, porque aquí el aragonés es andaluz, el castellano es gallego." Idem, pág. 1

Idem, Tomo I, pág. 102.

Hernández considera que cuando Cortés y Larraz habla en su fábula de "un bosque lleno de fieras" hace alusión directa al nahualismo, creencia ampliamente esparcida en Mesoamérica. Leonardo Hernández. Op. Cit.

Cortés y Larraz. Op, Cit. Tomo I, Pág. 102. Sobre los medios que usaban los indios para reconocer su nahual, refiere que el cura de Tequtxistlan le contó que ellos rodeaban el jacal del recién nacido con ceniza "y hasta que ven en ésta vestigio de algún animal, no los llevan a ser bautizados; en viendo algún vestigio lo ofrecen al animal y los llaman de su nombre y dicho animal es después su nahual." 'den«. pág. 103.

Idem, Tomo I, pág. 109. Que la regla normara la vida conventual, no implicaba que todos sus preceptos fueran acatados. Antonio Rubidal dice que en los conventos agustinos del siglo XVII, "era común ver a numerosos hombres laicos de todos los grupos sociales que llegaban a tratar los más diversos asuntos." Sin embargo, señala que la entrada de mujeres estaba prohibida, aunque algunos monjes acostumbraban visitarlas en sus casas u otros

lugares de vida social. Es lógico que a Cortés le molestó el poco cuidado y la "naturalidad" con que en San Salvador

se aceptaba la entrada de las mujeres a los conventos, sobre todo por la vida licenciosa de la ciudad. Véase: Antonio Rubial. Pobreza, castidad y obediencia. La vida cotidiana en los conventos agustinos del siglo XVII. En Historias, N° 34, abril, septiembre de 1995, pág. 46.

Idem. Tomo I, Pág. 99.

Jesús M. García Añoveros. La realidad social de la diócesis de Guatemala. En Mesoamérica, N' 1, enero-junio de 1980, págs. 133-134.

Segundo Montes, distingue entre cofradía, hermandad y guachival. Aunque los tres están asociados al "esplendor del culto" de determinada imagen, la cofradía da preponderancia a lo económico, la hermandad al culto y el guachival a lo festivo. Véase Segundo Montes. Etnohistoria de El Salvador. Cofradías, hermandades y guachivales. (San Salvador, Dirección de Publicaciones, 1977), tomo I, pags. 20-26.

García Añoveros. Op. Cit. págs. 126-129.

Un ejemplo claro de estas alianzas entre curas y alcaldes es el siguiente: "El mismo Alcalde Mayor de esta provincia lo es de Totonicapán, de San Cristóval, de Momostenango, de Malacatán, de Güegüetenango; las mismas vejaciones y molestias causa en unos pueblos que en otros; pues con todo solamente el cura de San Cristóval y éste me informan de sus violencias y extorsiones. Los demás, unos las ocultan como el de Güegüetenango y otros, como todos son regulares, las convierten en vigilancia, en celo y en virtudes."

Cortés y Larraz, Op. Cit. Tomo II, pág. 125. El énfasis es mío. Cortés promovió juicio contra el Alcalde en la Audiencia y logró que fuera destituido y multado "con quinientos pesos por las calumnias impuestas a este cura y le sigue juicio sobre perjuicios que haya causado a los indios." Idem, Tomo I, pág. 126.

Idem, pág. 112.

Idem, Tomo I, pág. 117.

Idem, Tomo I, pág. 114

Idem. Tomo I, Pág. 115.

Idem. Tomo I, pág. 140

Idem, Tomo I, págs. 134-135. Una muestra dramática de los excesos cometidos contra los indios la encontró en la Parroquia de San Miguel Totonicapán. "Hay en la plaza de este pueblo, en vez de picota, un negro que toma de las manos a los indios, cuando los azotan; cuya invención de poco ha por el Alcalde Mayor, fue para que los indios azotados sientan mayor abatimiento, viéndose asidos por un negro... ¡Fuerte cosa es que haya de hacerse, y por nada, con los indios, lo que por delitos atroces no se ejecuta con los esclavos y los negros!" Idem, Tomo 2, pág. 102. En el orden social colonial, se suponía que los indios estaban en una mejor posición que los negros. De allí que la participación de los negros en el castigo era una "humillación" más y una forma de manifestar el desprecio que algunos funcionarios tenían a los indios.

En la parroquia de San Pedro Suluma, el cura Don Thomas Claveria denunció que el Alcalde Mayor, don Juan Bacaro y su Teniente Don Carlos Joseph Guillén extorsionaban a los indios "...11egado el algodón a estos pueblos, los justicias hacen su repartimiento a las pobres indias con fuerza de esta manera; de un fardo que regularmente no tiene las cuatro arrobas cabales... hacen veinte y cinco partes iguales y por cada parte han de entregar una libra de hilo del peso de diez y ocho onzas para arriba, por lo que regularmente compran de su pobre peculio otro tanto de algodón; de suerte que lo que debieran ganar en el hilado, lo emplean cuando menos en suplir las faltas y trabajan sin premio alguno a beneficio del alcalde... que padecen los indios extorsiones violentas con repartimientos de hachas, cardas, fraguas, jerguetas que por temor y humildad reciben los indios justicias y todo lo reparten a fuerza a los maceguales, siendo todo de peor condición, y a precios muy subidos". Idem, tomo 2, pág. 124.

Idem. Tomo I, Pág. 122.

Idem, Tomo I, págs. 122-123. En 1847, casi un siglo después de la visita de Cortés y Larraz, el presbítero Vicente Hernández, párroco de Santa María Ixtahuacán, hacía idénticas valoraciones sobre la religiosidad de los indios. "Su creencia es la misma que tenían antes de ser conquistados con algunas nociones y prácticas del cristianismo. Creen en un Dios criador y conservador del universo, que premia la virtud y castiga el vicio; mas el Dios que ellos adoran no es el Dios de los cristianos, sino el Sol a quien rinden todos sus juramentos... Aunque no oyen misa los domingos, concurren todos al templo y los días de Tziquim, llenando la iglesia de humo de copal y de candelas, oyéndose al mismo tiempo un murmullo que forman los adivinos que presentan a los muertos... A la misa tienen una veneración grande, pero supersticiosa." Citado por García Añoveros, Op. Cit. Págs. 142-143

Cortés y Larraz. Op. Cit. Tomo I, pág. 119.

Idem, Tomo I, pág. 159.

Idem, Tomo I, pág. 192

Idem, Tomo I, pág. 171. Se refiere a la costumbre de los sacristanes indios de sacar los ornamentos sagrados de las iglesias y usarlos en sus ceremonias de idolatría.

Para un panorama del estado de las escuelas a finales de la colonia, véase Sajid Alfredo Herrera_ La educación de primeras letras en el San Salvador y Sonsonate borbónicos (1750-1808). Revista ECA, Estudios centroamericanos, # 671, septiembre de 2004.

Cortés y Larraz. Op. Cit. Tomo I, pág. 173

Gustavo Palma Murga. Op. Cit. Pág. 288.

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Publicado

2021-11-03

Cómo citar

López Bernal, C. G. (2021). Religiosidad, resistencia y sincretismo cultural en las provincias de Sonsonate y San Salvador: la visión del arzobispo Pedro Cortés y Larraz, 1768-1769. Revista Humanidades, (8). Recuperado a partir de https://revistas.ues.edu.sv/index.php/humanidades/article/view/1915

Número

Sección

La Religiosidad